martes, 10 de mayo de 2011

Encadenados (1946)


Como muchas otras películas, 
Encadenados (Notorious, 1946) tuvo una preproducción movida —en este caso, “movida” adquiere el significado de trasladar de un lugar a otro, más que de situación que presenta contratiempos—. El proyecto se gestó dos años antes de su realización, en un estudio distinto al que finalmente la produjo. El encargado inicial de la producción no estaba convencido del MacGuffin propuesto, la excusa que se desarrolla paralela a lo que Alfred Hitchcock quiere contar. Este falso centro de atención reside en una botella de vino en la que se esconde cierta cantidad de uranio en polvo, con el que se pretende fabricar una bomba atómica, algo que al productor le pareció una mala idea o alguien le hizo pensar que lo era. Más o menos, llegó a decir que se trataba de una tontería, ya que dicha bomba aún no se había creado y ni siquiera parecía posible. “No parecía posible”, pero lo era: en la Alemania nazi Heisenberg y sus colaboradores la investigaban sin éxito y en Nuevo México, bajo el más estricto secreto, Oppenheimer y su equipo de científicos estaban desarrollándola. Un año después, en agosto de 1945, el mundo supo de su existencia y lo que hasta entonces había sido ciencia-ficción y secreto dejó de serlo. <<El hecho es que no conseguí convencer al productor>>, recordaba Hitchcock, conversando con Truffaut. <<Terminó “revendiéndonos” dos semanas después a la R.K.O.: Ingrid BergmanCary Grant, el guion—, Ben Hecht y yo, todo ello empaquetado>>. Así recuerda Hitchcock como la historia de Encadenados, su director, el guionista Ben Hecht y los actores fueron "vendidos" a la RKO y en 1946 pudo ver la luz uno de los mejores trabajos de este genial y obsesivo cineasta británico. Fue un gran éxito en la taquilla y, lo más importante para el cine como expresión lúdica, la intriga, la trampa, el romance y los personajes funcionaban y todavía funcionan de maravilla. 


El eje de la historia es mucho más simple y humano que cualquier tipo de situación tanto científica como política, se trata de un triángulo amoroso marcado por las obsesiones y deseos de sus tres vértices, en el que un agente del FBI debe enviar a Alicia (
Ingrid Bergman), la mujer que ama y al tiempo rechaza, a los brazos del hombre a quien desea atrapar. Esta espía a la fuerza, enamorada del agente, acepta una situación que le desagrada, incluso le repele, pero no sabe cómo negarse, ya que su pasado (la sombra paterna) y el amor que siente hacia Devlin (Cary Grant) la obligan. Es a partir del contacto con Alexander Sebastien (magnífico Claude Rains en su refinado villano) cuando surge el conflicto. Devlin pierde su alegría anterior, se siente traicionado al saber que la mujer amada se acuesta con su rival, a quien pretende atrapar (y daría igual que fuese el cartero, ya que se encuentra atrapado entre el amor, el deseo y el rechazo generados por Alicia). Esta premisa marca la relación del trío y el devenir de los hechos que se desarrollarán hasta el final de la película. A pesar de ser el villano de la función, Sebastien es un hombre con sentimientos (ama, siente miedo, dudas), y son estos los que le llevan a enamorarse perdidamente de Alicia, a quien, por celos hacia Devlin, propone matrimonio. El enlace es un nuevo golpe para el personaje interpretado por Cary Grant, pues sabe que la ama, aunque no puede imponer sus deseos a su deber. La situación se va gestando, marcada por el suspense que Hitchcock imprime en algunas escenas, que advierten del peligro y del sacrificio al que somete a la espía (por ejemplo: la fiesta en la mansión o el paulatino envenenamiento que sufre la heroína, que nadie salvo los artífices del mismo conocen). A lo largo de la película encontramos características del cine del autor: un romance que parece ir viento en popa, pero que sin embargo resulta imposible (a Hitchcock le gustaba hacer sufrir a sus enamorados y vaya si lo hace); una madre controladora, efectiva y manipuladora que no acepta de buen grado que una mujer se interponga en la relación con su hijo; la rubia protagonista (en este caso Ingrid Bergman, una de sus favoritas, junto a Grace Kelly) a quien condena a una situación al límite de sus posibilidades o unos villanos inteligentes, elegantes y humanos. Con este cóctel, aderezado con grandes dosis de su innegable talento y de su manera de entender el cine como juego de apariencias, tras las que se oculta mucho más de lo que aparenta, Hitchcock realizó una historia de suspense donde la verdadera intriga reside en la propias relaciones de los protagonistas, no en el marco donde los ubica ni en la situación a la que los expone.

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