miércoles, 1 de junio de 2011

Ciudadano Kane (1941)


Como reconoció su autor, Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941) tiene defectos (más allá del desequilibrio entre su magnífica primera parte y su posterior desarrollo dramático), pero, a pesar de sus faltas y artificios (los testimonios que dan forma a la película hablan de circunstancias que los testigos no presenciaron), también sabía que era una obra de referencia, aunque no por ello la mejor de su accidentada filmografía (compuesta por proyectos frustrados, títulos inacabados u otros manipulados). Asimismo, Orson Welles confesó que gran parte de "culpa" de la calidad de su primer largometraje residió en las facilidades técnicas y en la libertad creativa, inusual para un debutante, que la RKO le ofreció durante su rodaje, situación que no se repetiría en sus siguientes proyectos en Hollywood, como quedó demostrado un año después con el montaje de El cuarto mandamiento (The Magnificent Ambersons, 1942), realizado por Robert Wise siguiendo instrucciones ajenas a las dejadas por el realizador, por aquel entonces en Brasil. Este control creativo resultó fundamental para la experimentación que llevó a cabo en su ópera prima, la cual puede considerarse el debut cinematográfico más influyente de la Historia del Cine. Su mérito y su peso se sustentan en el uso de la cámara (los movimientos, la profundidad de campo, los encuadres, los picados o los contrapicados) y en la iluminación (el juego de luces y sombras) de Gregg Toland como parte de la psicología y subjetividad de los personajes o en su montaje y su utilización del flashback como herramienta que posibilita las piezas del rompecabezas que da forma a la compleja personalidad de su protagonista. Estas son algunas muestras del estilo cinematográfico de un cineasta que, procedente del ámbito teatral y radiofónico, logró con Ciudadano Kane un punto de inflexión que rompía con el clasicismo, al aunar y desarrollar en su narrativa aspectos que habían sido expuestos por separado o esbozados en producciones anteriores, desde el expresionismo alemán hasta La diligencia (StagecoachJohn Ford, 1939). <<¡Luces! ¡Dame un micro!>> exige la voz de Welles al inicio del trailer de su película. <<Gracias. ¿Cómo están? Soy Orson Welles y les hablo desde el Teatro Mercury. Y lo que sigue es el anuncio de nuestro primer largometraje>>. Posteriormente la potente voz presenta al elenco artístico para concluir su exposición con <<...no sé que pensarán ustedes del señor Kane. No me lo puedo imaginar, yo mismo hago el papel. Kane es un héroe y un sinvergüenza... un don nadie y un hombre estupendo... un gran amante, un gran americano y un sucio perro. Depende de quien hable de él ¿Cuál es la verdad sobre Charles Foster Kane? Espero que vengan al cine a ver "Ciudadano Kane"... y decidan ustedes mismos>>. El anuncio cumple a la perfección con su intención de captar el interés del público, a quien se ofrece la información precisa para generar la curiosidad que despierta un personaje del que nada se sabe, al tiempo que introduce una de las constantes presentes en la obra wellesiana: la verdad y la mentira, o como una y otra pueden llegar a confundirse. El desconocimiento sobre el protagonista se ve acentuado en los primeros compases de la película. Un primer plano muestra el <<No trespassing>> custodio de la intimidad que la cámara traspasa cuando se cuela al otro lado de la verja que delimita los dominios del fantasmagórico palacio que se eleva en la cima de la montaña. En su interior se descubre el paisaje nevado que encierra la bola de cristal que se desliza de la mano de un cuerpo que exhala su último suspiro después de pronunciar <<Rosebud>>. ¿Quién es el difunto y cuál es el significado de la palabra que ha salido de sus labios? La película, escrita por Herman J.Mankiewicz y Welles, pretende responder a la pregunta y para ello mezcla el presente con el pasado de un hombre hecho a sí mismo, magnate de la comunicación y un desconocido para el público, pero también para quienes mantuvieron algún tipo de relación con él. En el presente Charles Foster Kane (Orson Welles) ya no existe, no así su recuerdo, que pervive en aquellos que lo conocieron, aunque quizá convendría decir tratado. El arranque del film muestra tinieblas, la imagen espectral de Xanadú, una muerte, la suya, que da paso al documental que alaba sus logros como hombre público, pero que omite los detalles de su vida personal, la cual se descubre a lo largo de los fragmentos que nacen de las páginas de las memorias personales de su tutor y de los recuerdos de Bernstein (Everett Sloane), Leland (Joseph Cotten), Susan Alexander (Dorothy Comingore), su segunda esposa, y de su mayordomo (Paul Stewart). El enigma que rodea al fallecido, y al que no tienen acceso ninguno de los personajes, es el punto de partida que el cineasta empleó para iniciar la investigación que Thompson (William Alland) lleva a cabo, la misma que plantea la realidad del hombre y el mito del triunfador. Desde este periodista se accede a los flashback que convierten en imágenes las líneas del diario y los recuerdos de sus entrevistados. Inicialmente los retrocesos temporales no son lineales, tan pronto se observa a un Charles F. Kane envejecido como, cinco minutos después, rejuvenecido y con ansias de triunfar al frente de su periódico, el "Inquirer". ¿Pero cuál es el detonante de esta exhaustiva investigación? La excusa para indagar en el pasado del magnate, inspirado en William R. Hearts pero también en el propio Welles, no es otra que la palabra pronunciada en su lecho de muerte: <<Rosebud>>, una incógnita que nadie es capaz de despejar y que va más allá de la arrogante imagen de un hombre sin alma y condenado a la soledad, que, al tiempo que se hace a sí mismo, se aleja de todo y de todos, a pesar de desear lo contrario, ya que busca la aceptación (de sus lectores, de sus empleados o de sus votantes) y destacar a todo precio, así como el cariño que le arrebataron de niño, cuando fue separado de su madre y de su infancia, un hecho que siempre se encuentra presente en su obsesiva necesidad de reencontrar la inocencia perdida en los objetos que colecciona de manera compulsiva y en las personas (su madre, sus dos mujeres o su único amigo) a quienes va perdiendo a lo largo de su lucha por ser o no ser, porque posiblemente ni el mismo habría podido responder quién es en realidad Charles Foster Kane.

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