domingo, 5 de junio de 2011

Gilda (1946)


A estas alturas, no cabe duda de que Gilda
es uno de los títulos más mitificados del cine hollywoodiense de la década de 1940, y gran parte de culpa la tuvo la presencia de Rita Hayworth, actriz que fue encumbrada al Olimpo de las estrellas (que también puede ser el infierno) por este su participación en esta película, en la que en cada fotograma realza su belleza, su erotismo y un gran talento (a menudo desperdiciado). Por otro lado, se encuentra la historia, que entremezcla el drama con rasgos de cine negro, en el que la oscuridad que domina la casi totalidad de la película. Esa constante sombra que planea sobre ella, semeja un aviso de que nada puede salir bien. Gilda se presenta como una devora hombres que no se detiene ante nada ni nadie; Johnny Farrell (Glenn Ford) resulta ser un hombre ambicioso, resentido, y que se deja llevar por ese sin sentido tan humano; Mudson (George MacReady), supuesto caballero, sólo en apariencia, se muestra oscuro y su presencia denota peligro y traición o un eje moralizador, representado en un simple mozo de baño (Steven Geray), cuyo pensamiento le permite ver allí donde los demás encuentran tinieblas, forman los elementos humanos que ofrecen la vertiente más negra de la película. Por otro lado, se encuentra la historia de amor imposible a tres bandas, una historia de amistad que se ve puesta en duda ante los sentimientos que Gilda despierta en Johnny, y los que él despierta en la hermosa mujer. Dos personas que se conocen, se aman, se odian. Son sus propios yo los que les conduce a la situación en la que se encuentran y no son capaces de aceptar lo que sus corazones les dictan por la desconfianza que se genera en sus mentes. Farrell es un ser marcado por un pasado que le persigue y que le asalta con mayor fuerza cuando descubre que la mujer del hombre para quien trabaja no es otra que Gilda, su ex. Una mujer que el considera mala, y que odia por lo que le ha hecho, ¿qué es lo que le ha hecho? Quizá eso sea lo de menos, lo importante es que Johnny cree que ella ha sido vil y por ello no dudará en hacerle todo el daño que pueda, incluso cuando podría haber olvidado el pasado y comenzar una nueva vida junto a ella. Por su parte, Gilda, no duda en acercarse a otros hombres, algo que ha Johnny le enfurece y le confirma sus pensamientos acerca de ella. ¿Se aman?, ¿se odian?, ni siquiera ellos mismos lo tienen muy claro, pues, a menudo confunden el odio con un amor obsesivo e inalcanzable. Encontramos, también, una historia de amistad, Johnny Farrell y Mudson, empleado y jefe, se admiran mutuamente, esta admiración les conduce a una especie de amistad que será puesta a prueba con la aparición de Gilda. Es una amistad que está condenada al fracaso, una amistad basada en la necesidad de reconocerse como iguales. En realidad, son tres personas que huyen del pasado, pero que nunca consiguen dejarlo atrás, y cuando creen haberlo hecho, éste regresa y les golpea con más fuerza que nunca. La película posee momentos excepcionales. Uno de ellos, quizá el más recordado, nos presenta a Gilda, borracha, cantando y bailando en un local, mientras, poco a poco, se va quitando el guante, consciente de que esa acción enojará a Farrell. Otro, podría ser, el reencuentro de Johnny y Gilda tras años separados, es un momento crucial porque a partir de ahí todo cambiará para los implicados. En definitiva, Charles Vidor realiza la que puede considerarse su mejor película, rueda y narra todas las escenas de un modo perfecto. La información que nos ofrece de los personajes es la precisa para conocer sus ansias, pero también esconde parte de sus personalidades, que si bien se intuyen, nunca llegamos a conocer al cien por cien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario