jueves, 21 de julio de 2011

John Carpenter, terror, fantástico y western



Las impresiones en la niñez pueden condicionar en la edad adulta, al menos esto es lo que se deduce del impacto que John Carpenter sintió al ver It Came from Outer Space (1953) de niño. Debió ser fuerte, tanto que, a partir de dicha impresión, su gusto por el cine fantástico no dejó de crecer hasta convertirse en una referencia clave de su obra fílmica, aunque, más que de referencia, habría que decir que, salvo excepciones puntuales, se convirtió en el marco genérico escogido para desarrollar sus películas. A su gusto por el fantástico habría que añadir su admiración por cineastas de la talla de Howard Hawks, Luis Buñuel, John Ford, Alfred Hitchcock y Sergio Leone, a quienes reconoció como influencias, siendo la presencia cinematográfica más evidente la de Hawks. Quizá por ello, una de las constantes del cine de Carpenter sea la de situar a sus personajes en entornos cerrados y hostiles, prácticamente imposibles de abandonar, pero también son espacios que los definen y resaltan las características que los diferencia del resto. Ya desde su primera película, Dark Star (1974), situada en el interior de una nave espacial de mismo nombre, se aprecia dicha característica. Sin embargo, no es una producción que destaque dentro de su filmografía, algo que sí consigue Asalto a la comisaría del distrito 13 (1976), un film que homenajea a uno de los directores que más le ha influido, Howard Hawks, en concreto a su película Río Bravo (1958). Sitúa a sus protagonistas en una comisaría, al igual que Hawks lo hace con lo suyos y les somete a una situación límite en la que deberán limar diferencias y colaborar para salir airosos. Comúnmente se habla de John Carpenter como un director especialista o maestro del cine de terror o fantástico, calificativo que habría que ampliar, puesto que muchas de sus producciones guardan similitudes con el western, aunque él prefiere abandonar el salvaje oeste decimonónico y avanzar en el tiempo para alejar a sus personajes del siglo XIX. De este modo, algunos de sus protagonistas, aquellos que guardan similitudes con los antihéroes del western, resultan tipos duros, solitarios, con un pasado que les ha hecho perder parte de su fe en la sociedad en la que viven y que les ha llevado a creer, únicamente, en sobrevivir. Ejemplos de estos individuos los encontramos en Napoleón Wilson en Asalto a la comisaría del distrito 13 (1976), Snake Plissken en 1997, rescate en Nueva York (1980), Jack Crow en Vampiros (1998), excelente muestra de western contemporáneo con aspecto de fantástico y terror, o “Desolación” Williams en Fantasmas de Marte (2001). Por otro lado, John Carpenter es un director que controla la mayor parte de sus producciones; además de dirigirlas, las escribe y compone la música que sirve de fondo en muchas de sus películas. Retomando el eje de los lugares que elige para desarrollar sus historias, se encuentra un aspecto común a todos ellos, son sitios cerrados y dominados por una amenaza mortal, por ejemplo La cosa (1982), espléndida revisión de El enigma de otro mundo (Christian Nyby y Howard Hawks, 1951) que se ubica en una base científica en la Antártida; 1997, rescate en Nueva York(1980), que se desarrolla en una isla de Manhattan delimitada por un muro que impide la entrada y, sobre todo, la salida; Christine (1983), el automóvil ideado por Stephen King y que atrapa a su joven dueño en un amor obsesivo. En Golpe en la pequeña China (1986) introduce a su protagonista en el barrio chino de San Francisco, donde los peligros, de este y de otro mundo, acechan a Jack Burton, un camionero algo bocazas, que no deja de ser otro de los cowboys de Carpenter. La niebla (1980) y El pueblo de los malditos (1995) se presentan en dos pequeños pueblos donde una amenaza invisible, en el primero, y una amenaza en forma de niños, casi angelicales, en el segundo, se ocupan de aterrorizar a unos habitantes que no pueden huir. Otros ejemplos se pueden encontrar en Están vivos (1988), atrapados en una ciudad dominada por unos extraterrestres que han tomado el control, sin que nadie se entere porque han utilizando apariencias humanas. En la boca del miedo (1995) el espacio se reduce aún más, se interioriza en el personaje interpretado por Sam Neill, al mezclarse en su mente la realidad con la locura, o Fantasmas de Marte (2001) donde Desolación Williams y la teniente Melanie Ballard se enfrentan, en un pequeño pueblo minero de Marte, a cientos de enemigos poseídos por una sed de sangre incontrolable. Y todas estas situaciones las realizó con presupuestos ajustados, un claro ejemplo sería Halloween (1978), que rodó con, apenas, algo más de 300.000$ y que alcanzó un enorme éxito, y puso de moda los films de psicópatas que dominaría el cine de terror adolescente durante los años siguientes. Esto demuestra que la falta de medios económicos no le impiden poner en juego toda su agilidad narrativa, con la que consigue excelentes resultados. Quizá por esa falta de liquidez la mayoría de los actores con los que cuenta no son primeras figuras dentro del panorama cinematográfico del momento, con las excepciones de Jeff Bridges en Starman (1984) y Kurt Russell, su actor fetiche, a quien dirigió en varias ocasiones: Elvis (1979); 1997, rescate en Nueva York (1980); La cosa (1982); Golpe en la pequeña China (1986) y 2013, rescate en L. A. (1996). En definitiva, John Carpenter se ha ganado a pulso el ser uno de los autores más destacados dentro del fantástico, desde el que retoma aspectos del cine clásico de realizadores que han influido en su atractiva y rebelde narrativa cinematográfica.

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