miércoles, 20 de julio de 2011

Das boot (el submarino) (1981)



La situaciones en tiempos de guerra son de por sí crueles, difíciles e inhumanas. Por sí queda alguna duda, Das boot (el submarino) (1981) descubre el patetismo y el horror al que se ven expuestos las decenas de jóvenes imberbes que son enviados a una lucha de la cual, posiblemente, no regresarán. Pero incluso esa idea de una muerte certera cede el protagonismo a una experiencia infrahumana en la que estos casi adolescentes son hacinados en un espacio reducido, claustrofóbico, sucio y, ¿cómo no?, mortal. Unos años antes de iniciar su carrera hollywoodiense, Wolfgang Petersen realizó en su Alemania natal la que puede ser su mejor película, en ella presenta la vida dentro de un submarino alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Las misiones que debe cumplir el sumergible son tan sucias como el espacio interno donde mal convive la tripulación. El aire que se respira en el interior de la nave se impregna con los olores a comida, sudor y otros efluvios emitidos por una tripulación que comparte el catre y una única letrina, pero esta atmósfera es inherente al U-Boat en el que viajan. Lo peor se presenta en la constante amenaza de buques que no dudan en descargar todo un arsenal de cargas de profundidad para darles caza o en la presión a la que se encuentran sometidas las paredes del submarino cuando éste se sumerge más allá de lo recomendado. Tampoco se pueden olvidar los factores atmosféricos cuando viajan por la superficie o los propios temores de unos tripulantes que, a menudo, se ven superados por unos acontecimientos en los que nada pueden hacer, salvo aguardar en el mutismo más absoluto. Son soldados que acaban e abandonar la niñez, muchos de los cuales carecen de experiencia y no comprenden la realidad a la que han sido expuestos, no así el capitán (Jürgen Prochnov), un oficial experimentado, que no comparte las ideas de los líderes políticos que nada saben acerca de la verdadera guerra. Desde el principio se comprueba como el espacio es tan reducido que la comida se cuelga a lo largo de toda la embarcación, asimismo se amontona a la tripulación en un compartimento porque no hay lugar para las comodidades que los oficiales descubren el barco que les aprovisiona en el puerto de Vigo. Los marineros corren de un lado para otro, mientras los que permanecen estáticos deben apartarse, como buenamente pueden, para permitir el paso de aquellos que se encuentran realizando sus tareas. Del mismo modo, la falta de higiene se apodera de todo y de todos, ¿cómo podrían mantenerse limpios y a salvo de infecciones dentro de un emplazamiento que no lo permite? El miedo es parte fundamental del viaje, un temor que se descubre cuando aguardan en las profundidades, mientras sufren los ataques de los destructores, es en esos momentos cuando la idea de una muerte horrible cobra fuerza en la mente de los soldados, quienes no pueden más que consumirse en un silencio sepulcral para evitar delatar su posición. La misión de adentrarse en el Mediterráneo, pasando por el estrecho de Gibraltar, es la guinda para una situación mísera que amenaza constantemente con acabar con sus vidas. Esta nueva orden les confirma un viaje al abismo, al no retorno, porque son conscientes de que en el estrecho se encuentra la mayor parte de la flota británica. Das boot (el submarino) es una película que pretende plasmar las vivencias de una tripulación que apenas cuenta con soldados de la vieja guardia (muchos han muerto), y lo hace desde un punto de vista realista, claustrofóbico, crudo e intenso, todo un acierto, gracias al magnífico diseño de producción y a la precisa puesta en escena de Wolfgang Petersen y su equipo, tanto artístico como técnico.

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