sábado, 2 de julio de 2011

Rashomon (1950)



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Rashomon fue mi puerta de entrada al mundo del cine occidental>>.* Pero la importancia de esta obra maestra va más allá de los premios recibidos en Venecia y en Hollywood. Reside en la narrativa cinematográfica expuesta por Akira Kurosawa, que se decantó por presentar la misma historia desde la perspectiva de varios narradores que se contradice en cada una de las versiones que plantean. De ese modo pudo desarrollar su contendido intercambiando espacios y tiempos narrativos que le permitieron jugar con la verdad y la mentira que nacen de hechos que pueden o no haber ocurrido tal y como son expuestos, ya que los recuerdos y las palabras son manipulados por quienes se encargan de presentarlos. Solo uno de los personajes es ajeno al juicio al que se alude, ni siquiera tenía noticia de su celebración. En dicha ausencia se encuentra el origen de su objetividad; y su falta de implicación directa, le permite deducir y concluir que todos mienten, porque mentir es una característica humana innata, de su necesidad humana de distorsionar la realidad para protegerse y quizá sentirse mejor ante una realidad que disgusta o hiere, o para atacar y hacer sentir peor a quien se envidia o a quien se rechaza por motivos que a menudo ni quien miente lo tiene claro.


<<Los seres humanos somos incapaces de ser sinceros con nosotros mismos. No somos capaces de hablar de nosotros sin pavonearnos. Este guión retrata al ser humano, el tipo de ser humano que no puede sobrevivir sin mentirse para creerse que es mejor de lo que realmente es>>, así pues, si a estas palabras que el legendario realizador japonés escribió en su libro de memorias, se le unen imágenes innovadoras como <<la que lleva al espectador a través del sol y la sombra del bosque a un mundo donde el ser humano pierde su camino>>, se comprende que el delito carece de importancia significativa en Rashomon, ya que nadie duda de que este se haya cometido, lo que en realidad se juzga en la puerta que da nombre a la película 
no es más que la veracidad de las palabras y los motivos que pueden llevar a un engaño como el que se observa en esta obra maestra que parte de la premisa de ¿quién dice la verdad cuando un mismo hecho se expone desde cuatro perspectivas distintas? para ahondar en algo más profundo: la condición humana. En la puerta de Rashomon tres hombres reflexionan sobre esta y otras cuestiones que surgen a raíz de presenciar el juicio al que ha sido sometido Tajomaru (Toshiro Mifune), un conocido ladrón a quien se acusó de violación y asesinato. Pero la única realidad en la que todos los testigos coinciden es en la certeza de estos dos terribles crímenes cometidos en un espeso bosque alejado de la civilización. Por ello en esta magistral propuesta se pone en duda la veracidad de unos hechos que no convencen al leñador (Takashi Shimura) y al sacerdote (Minoru Chiaki) que presenciaron el juicio y que en el presente narran los sucesos a un tercer hombre, un plebeyo (Kichijiro Ueda) mientras aguardan a que amaine la tormenta que les ha sorprendido. El relato se desarrolla desde el presente, el pasado y un tiempo pretérito anterior a este, de modo que los dos testigos presenciales se convierten en los narradores de los hechos y trasladan la acción al momento del proceso judicial en el que únicamente se ven a los testigos hablando a la cámara, como si esta hiciese las veces del supuesto tribunal que ni aparece ni se escucha en la pantalla. Los primeros planos abundan en este espacio temporal que presenta a Tojomaru, a Masako (Machiko Kyô), la mujer violada, y a Takehiro (Masuyaki Mori), el samurái asesinado que presta declaración a través de una medium. La similitud de los hechos que cuentan se diferencian a partir de la llegada de Tojomaru y la esposa del hombre a quien el ladrón retiene maniatado en un claro del bosque. Las confesiones de estos personajes trasladan el relato a un pasado remoto durante el cual se presencia aquello que relatan y que inicialmente gira en torno a un delincuente que se deja arrastrar por el fuerte deseo que le produce la joven. En el presente, los tres desconocidos hablan de la extrañeza del caso, de la perplejidad que les genera y de la perdida de la confianza en el alma humana, puesto que el sacerdote no comprende la mentira que anida en el interior de los testigos, pero entonces ¿por qué mienten? o ¿quién dice la verdad si es que alguien la dice? Como respuesta, Kurosawa nos legó esta reflexiva y mítica producción.


*Nota: entrecomillados extraídos del libro de memorias de Akira KurosawaAutobiografía (o algo parecido) (Gama no aburra), editado en España por Editorial Fundamentos y traducido por Raquel Moya.

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