martes, 12 de julio de 2011

Tres camaradas (1938)


Ante las presiones del cónsul nazi en Los Ángeles y las recomendaciones de la Oficina Hays, la adaptación que Frank Borzage iba a realizar de la novela de Erich Maria Remarque perdió gran parte de su esencia y de su fuerza: <<La MGM, dicho sea en su honor, siguió adelante con la película, pero para su vergüenza, castró el guion. […] La mayor parte del contenido político o social, cuando no todo, fue suprimido del guion de forma sistemática>>. (1) Es de suponer que el resultado final fue un film menos combativo y preciso del que pudo haber sido, pues hasta 1940 no se permitía señalar directamente al gobierno nazi por miedo a perder el mercado alemán. De ese modo, se borró el discurso antinazi, aunque la posguerra expuesta por Borzage en Los tres camaradas (Three Comrades, 1938) sea un tiempo en el que los odios y el drama forman parte de las calles y de la vida cotidiana de una población que se encuentra ante una encrucijada en la que deben decidir el destino de su país. No obstante, no lo hace desde una perspectiva que se apoye en la violencia de las imágenes, sino desde un posicionamiento romántico, que presenta en la amistad, en la tolerancia y en el amor los últimos rayos de esperanza para una población enferma, desorientada, condenada e imposibilitada que se convierte en el reflejo de su propio país. Tres camaradas es una historia de amor y de enfermedad. Amor hacia una mujer Patricia (Margaret Sullavan), amor fraternal entre los tres camaradas, amor hacía unos ideales por los que Gottfried (Robert Young) ofrece su vida o amor por un país que se derrumba ante unos ojos que empiezan a comprender la gravedad de su entorno. La nación se encuentra enferma, el fin de la guerra no ha conseguido cicatrizar las heridas ni traer la paz, la prosperidad o la armonía que se presuponía, más bien todo lo contrario. El odio se desata en las calles, mientras una fuerte crisis económica impide que la juventud encuentre un trabajo que le proporcione unos ingresos que le permita subsistir con dignidad. Dentro de esta sociedad que sufre, que se encuentra enferma, hay lugar para una amistad inquebrantable, cimentada en el día a día, en el sufrimiento de las trincheras y en la carestía de los tiempos de paz. Erich (Robert Taylor), Otto (Franchot Tone) y Gottfried son amigos a pesar de sus diferentes intereses, pero esa disparidad no impide que sus sentimientos sean sinceros e inquebrantables. Tras la conclusión de la Gran Guerra, deciden instalar un taller de reparaciones automovilísticas, sin embargo, el negocio nunca llega a prosperar, circunstancia que, por otro lado, no resulta ninguna excepción en esa sociedad sumida en una profunda crisis, en la cual las luchas internas, la violencia y la intolerancia marcan el camino hacia el desastre. La aparición de Patricia resulta un rayo de esperanza para los tres camaradas, sobre todo para Erich, quien la corteja hasta que, finalmente, consigue llevarla al altar. Sin embargo, se trata de un amor, aunque verdadero y hermoso, desesperanzado porque Patricia padece una enfermad terminal, del mismo modo que la padece el entorno. Esa indisposición amenaza con destruir la hermosa sensación que ambos comparten, que discurre paralela a los acontecimientos sociales que involucran a Gottfried. El amigo idealista no puede permanecer impasible ante los actos atroces y violentos que comete parte de la población. Necesita decidirse, intervenir y sentirse honesto con su conciencia. Este valiente posicionamiento afectará a los tres amigos, quienes, desde la lealtad, deberán asumir el compromiso que les une y que les enfrenta a la violencia desde la que algunos sectores pretenden cimentar la nueva nación.


(1) Scott Eyman: El león de Hollywood (traducción de Ricardo García Pérez). Debate, Barcelona, 2007.

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