lunes, 22 de agosto de 2011

Kagemusha, la sombra del guerrero (1980)


Las tropas del señor de Shingen (Tatsuya Nakadai) acaban de interrumpir el suministro de agua del castillo que están atacando, la situación pinta bien para el líder del clan, quien desea tomar Kyoto y con la caída de la capital controlar toda la nación. Sin embargo, todo cambiará para el clan Takeda cuando su señor se presenta ante el castillo para comprobar si la moral de los sitiados continúa alta o por el contrario, la flauta ha dejado de sonar. En el transcurso de la noche se escucha un disparo, algo ha sucedido y pronto se conocerá el alcance de ese sonido que interrumpe la melodía de una flauta que, noche tras noche, indica que las tropas asediadas no desesperan. El señor de Shinde está herido, no es una herida superficial, sino una mortal, situación que no se le escapa y que le decide a ordenar, como última voluntad, que se guarde en secreto su muerte, al menos durante tres años; y que bajo ningún concepto las tropas del clan abandonen los límites de sus tierras, si pretenden sobrevivir a su falta. Sin la montaña, apodo por el que también se le conoce, sus hombres se encontrarían desarropados, a merced del enemigo. Conscientes de la verdad de este hecho, los generales de Shingen Takeda aceptan la propuesta que Nobukado Takeda (Tsutomu Yamazaki), hermano del finado, realiza. Nobukano muestra a un ladrón, a quien perdonaron la vida, la viva imagen del difunto. La sombra de Shingen podría engañar a propios y a extraños; y gracias a él mantener el futuro del clan asegurado. Kagemusha (la sombra del guerrero) hace referencia a este individuo que abandona su personalidad para encarnar la existencia de un ser que ya no existe, pero que debe continuar existiendo porque una sombra nunca abandona a su cuerpo ya que es su razón de ser. Este hecho, inicialmente rechazado por el ladrón, le obliga a crear un personaje similar al de Shingen, para engañar a sus tropas (no deben desmoralizarse) y, sobre todo, a los espías enviados por sus enemigos (no deben enterarse de la verdad): Nabunaga Oda (Daisuke Ryu) y Tokugawa (Masayuki Yui), señores de la guerra que desean cerciorarse de la muerte de Shingen, porque significaría un debilitamiento insalvable para el clan Takeda. El tiempo transcurre, los problemas se presentando ante la sombra, pero también encuentra momentos tiernos y agradables en el cariño hacia un nieto que le adora, y que al principio recela de su identidad. por contra, siente el continúo rechazo del hijo del difunto, consciente, como los demás generales, de la verdad sobre Kagemusha (Tatsuya Nakadai). En realidad, este doble, obligado por las circunstancias, se encuentra prisionero de una situación que va más allá de sus propias elecciones, puesto que su sacrificio no es sino entregar su propia personalidad y tomar prestada una extraña, ajena a sus conocimientos y deseos; sin embargo, pronto comienza a sufrir el mal de quienes interpretan durante largo tiempo un papel que no es el suyo, empieza a creérselo y a sentir apego a cuanto le rodea; así pues cree o deber creer el significado del lema que luce en la bandera de Shingen “rápido como el viento, sereno como el inmenso bosque, terrible como el fuego, inmóvil como la montaña”. Akira Kurosawa manejó con su habitual maestría la épica, el drama y la tragedia que se citan en Kagemusha, para mostrar una época de lucha entre clanes que desean alcanzar el poder, sueño efímero que finaliza de repente, porque el tiempo termina por enviarlo al olvido. Pero también existe una lucha íntima, solitaria, quizá más complicada que la anterior, pero menos visible, la que mantiene Kagemusha consigo mismo, la sombra del auténtico Shingen. Así como  comprueba el rechazo de un hijo, que no lo es, que no puede soportar su presencia, porque sabe que no es su padre, por lo que no merece ocupar el puesto de honor que se le ha concedido. El rechazo de Katsuyori Takeda (Kenichi Hagiwara) se refuerza al escuchar las palabras de su consejero y que le conducen a desobedecer la orden de su verdadero padre. Sin duda, la película de Akira Kurosawa posee ciertos tintes shakesperianos, muy del gusto del director, quien, además, utiliza una fotografía de vivos colores para enfatizar las sensaciones y acciones que dominan el film, como podrían ser las tonalidades rojas que dominan en las batallas, y que sustituyen la sangre de unos combates que en la mayoría de los casos se omiten. Kagemusha, la sombra del guerrero fue desde su estreno otro de sus merecidos éxitos internacionales, ganadora de la Palma de Oro en el festival de Cannes, contó con George Lucas y Francis Ford Coppola como productores ejecutivos en su versión internacional, circunstancia que facilitaba su distribución a nivel mundial.

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