viernes, 5 de agosto de 2011

Rebelde sin causa (1955)



Nicholas Ray, un rebelde dentro del sistema de los estudios, dirigió en 1955 una de sus películas más personales, quizá la más personal. El guion de Rebelde sin causa (Rebel without a Cause, 1955) se basa en una historia original del propio Ray, en ella se muestra la trágica situación por la que atraviesan tres adolescentes que coinciden por vez primera en una comisaría de policía. Jim Stark (James Dean) es detenido por su lamentable estado etílico, John conocido como “Platón” (Sal Mineo) ha matado a un gato con la pistola de su padre y Judy (Natalie Wood) porque andaba sola por las calles a altas horas de la noche. Son tres seres incomprendidos a quienes les afecta la relación o no relación con sus mayores. Jim no quiere ser como su padre (Jim Backus), un ser pusilánime que se deja dominar por una esposa (Ann Doran) que no cesa de avasallarle y denigrarle delante de él o de cualquier otro. Para Jim esta situación familiar es un imposible, un verdadero quebradero de cabeza que le lleva a saltar cuando alguien se mofa o le califica de gallina. John se siente solo, sus padres se han separado y apenas los ve (de hecho nunca los ve), vive en una lujosa casa, abandonado por unos progenitores que no piensan en él, circunstancia que le ha provocado una fragilidad emocional que le impide relacionarse con los chicos y chicas de su edad. Por su parte, Judy ha pasado de ser la niña de papá a ser una chica rechazada por quien hasta entonces la había tratado como a la niña de sus ojos. De este modo, se descubre que los tres se sienten solos, incomprendidos y faltos de un amor que no encuentran en casa y que tratan de llenar de diferentes maneras. Estos tres personajes representan a una juventud que se encuentra perdida, que no sabe cómo emplear su tiempo, y cuando lo hace es para pelearse o competir en una absurda carrera automovilística con la que se pretende mostrar su valor o su protesta hacia ese distanciamiento generacional que les supera. Jim y Buzz (Corey Allen) compiten por distintas razones, uno porque debe demostrar que no teme, es una cuestión de honor, él no es su padre, el otro porque qué va a hacer si no. Pero la situación se les escapa de las manos, uno de los coches cae por el acantilado con el conductor en su interior. Esa muerte accidental, provocada por una rebeldía que no es más que la falta de un algo con el que sentirse seguro, aceptado y querido, ha llevado a Jim a la dura, pero correcta, decisión de enfrentarse a los hechos, algo que nadie hace, incluso sus propios padres se lo desaconsejan. La historia de Jim Stark, de Platón (idealiza las figuras paternas en Jim y en Judy) y de Judy (Jim es su posibilidad para ofrecer amor y también recibirlo) es la historia de tres seres, como tantos otros, que se encuentran perdidos y que tan sólo necesitarían el apoyo, el cariño y la comprensión de unos mayores que a menudo se olvidan de las verdaderas necesidades de unos adolescentes o no saben como acercarse a ellos, que próximos a entrar en el mundo de los adultos no comprenden ni los actos ni los pensamientos de estos. Nicholas Ray abordó en Rebelde sin causa uno de los temas que mejor supo desarrollar dentro de su filmografía, los problemas de la adolescencia —una etapa en el desarrollo humano en la que el individuo vive el conflicto a flor de piel, rechazando el orden heredado mientras busca reafirmar su identidad y su lugar en el mundo— , y uno de los aciertos que tuvo fue el de contar con tres jóvenes actores que encarnaron a la perfección a esos seres atormentados que han perdido el rumbo porque no tienen quien les guíe. Pero el verdadero acierto reside en su talento innato, a menudo desperdiciado por la falta de libertad en algunos de sus trabajos, que le permitió filmar un film crudo, trágico y sin concesiones.

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