miércoles, 21 de septiembre de 2011

El hombre invisible (1933)


Con el paso del tiempo, las míticas producciones de terror realizadas en los estudios Universal, allá por la década de 1930, no resultan tan terroríficas como debieron serlo en su momento; al menos, no para el público actual que, perdida la inocencia cinematográfica de su homólogo de ayer, sí encuentra en ellas las notas de humor que asoman en la mayoría de los títulos que componen el ciclo de terror Universal. Lo que también se descubre en este tipo de horror movies, es el encanto de sus luces y sombras, el romanticismo de sus personajes y las atmósferas enrarecidas de películas repletas de logros artísticos y técnicos, cuando estos encontraban en las maquetas, los trucajes, los alambres o en el maquillaje su principal fuente de efectos especiales. Pero, sobre todo, conservan su reflejo social —incluidos los megalómanos sueltos que pretendían conquistar el mundo—, aquel que va más allá de la fantasía que proponen para descubrir parte de una época en la que El hombre invisible (The Invisible Man, 1933) es un buen ejemplo del tipo de cine que convirtió a la productora de Carl Laemmle en un referente mundial del cine de terror. La película ofrecía al público la oportunidad de no ver a su protagonista, circunstancia inusual y realmente atractiva. Y si a esta invisibilidad se le une que la historia estaba basada en una obra de H. G. Wells, uno de los escritores pioneros de la literatura de ciencia-ficción, y que su director era James Whale, el realizador de la exitosa El doctor Frankenstein (Doctor Frankenstein, 1931), el éxito de la ausencia física de Claude Rains estaba prácticamente asegurado: y así fue.


La historia expuesta por
Whale arranca con la llegada de un extraño a una posada donde las personas del pueblo no pueden disimular su sorpresa, al no descubrir un rostro que poder catalogar, pues este permanece oculto tras unas gafas, un sombrero y la gabardina cuyos cuellos le cubren parte de la cara. Se trata del doctor Jack Griffin, un científico que ha descubierto la fórmula de la invisibilidad. Sin embargo, todavía no ha encontrado el antídoto que le permita regresar a un estado visible. Por dicho motivo se ha alejado del mundo y también de Flora (Gloria Stuart), la mujer que le aguarda temerosa, ante la falta de noticias suyas. Jack se desvive para hallar la sustancia que le devuelva visibilidad a su materia. Así, recobrado su estado original, podría convertirse en una celebridad dentro del ámbito  científico. Pero la droga que le vuelve invisible afecta a su cerebro. Lo deteriora y ya no rige como antes. Ha pasado de ser un científico, puede que brillante o común, a un enajenado, entre el ser divino que asume ser y el científico loco. Ahora su meta es otra, pues conoce el poder que se trae entre manos y las posibilidades que se abren ante alguien de su condición invisible. La cual acaba por aceptar con regocijo. <<Jajajajajaj>> ríe el profesor chiflado cuando inicia la serie de travesuras que no tardan en ser sustituidas por crímenes.


El deterioro del protagonista es evidente, pero, m
ás que aterrar, asustar o preocupar, El hombre invisible divierte a lo grande con dosis de humor y un personaje para el recuerdo, aunque no se le vea el rostro. Tiene más de comedia, de cine criminal y de ciencia-ficción que de película de terror, propiamente dicha. La historia narrada por Whale es la de un soñador desbocado que ha descubierto la oportunidad para cumplir sus sueños de poder y gloria, y estos sueños le han atrapado, no por la droga que le vuelve invisible, sino por esa sensación de no ser nadie en la que había vivido hasta su increíble descubrimiento. Ahora es alguien, es el hombre invisible, ¡ahí es nada!, puede estar en cualquier lugar observando sin ser visto, así como puede entrar en un banco y robar el dinero de la caja, que luego regala en la calle, o hacer descarrilar un tren con solo deshacerse del ferroviario. Por estas cosillas hay que tener cuidado con él y poner a toda la policía en guardia, pero, ¿cómo atrapar a un tipo tan escurridizo? Las miles de ideas que baraja la policía no son fiables y los métodos que emplean no obtienen ningún resultado. ¡Qué se den prisa! ¡Que atrapen al tipo transparente de una vez, que no para de reír, porque nadie a su alrededor puede descubrirlo! Magnifico divertimento esta versión cinematográfica de la novela de Wells, que contó con la fotografía de Arthur Edeson, con los efectos especiales de John P. Fulton y con el guion de R. C. Sherriff —colaboró con Whale en seis ocasiones—, pues el escrito por Preston Sturges lo desecharon.

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