lunes, 26 de septiembre de 2011

La tía Tula (1963)


Tres años después de presentar su proyecto de fin de carrera, Miguel Picazo pudo realizar su primera película profesional. No fue un camino sencillo, pero el resultado fue una de las obras cumbre del cine español, un título indispensable que mira de frente a su época para mostrarnos la situación de la mujer en la España de moral y gobierno represores. La figura de la mujer se individualiza en La tía Tula (1963) en el personaje interpretado por Aurora Bautista, cuya convincente interpretación hace creíble a un personaje que no resulta sencillo, que implica muchas connotaciones que debieron superar la censura del momento y que a la postre sería una de sus mejores actuaciones. La tía Tula de Picazo adapta libremente la novela homónima escrita por Miguel de Unamuno, pero conserva como eje de la trama a la mujer madura que promete ante el lecho de muerte de su hermana que cuidará de los hijos de ésta. Tula (Aurora Bautista) ha dejado sus anhelos a un lado, consagrando sus días a cuidar a sus dos pequeños sobrinos y a Ramiro (Carlos Estrada), su cuñado, un hombre en quien crece el deseo de mantener una relación que ella rechaza, a pesar de la propuesta de matrimonio que le hace. Los hechos que se narran ofrecen una relación prácticamente marital, en la que únicamente solo falta consumar un acto al que Tula se niega por sus convicciones e ideas. Tula sufre un constante acoso externo, incluso el párroco le aconseja que acepte a Ramiro como esposo y así toda la tensión sexual que se desarrolla dentro de las cuatro paredes del hogar quedaría resuelta. Pero ella se niega, el matrimonio no es una opción, debe respetar la memoria de su hermana, a pesar de que ella también siente la necesidad de mantener un contacto del que huye constantemente. Su otra opción sería apartar a Ramiro del hogar, sin embargo, tampoco esta parece convencerla. La tía Tula es una mujer marcada por su educación religiosa, que la sume en una continúa lucha interna, donde su fortaleza espiritual le obliga a rechazar aquello que le sería más sencillo: la aceptación de un matrimonio que, por sus convicciones, ella no puede asumir. Tula se encuentra rodeada por un entorno que dicta las conductas e impone su moral represora y ambigua, una sociedad involucionada que no asume riesgos y que pretende ubicar a cada quien en el lugar donde se presupone debe estar. Así bien, las mujeres como Tula deben contraer matrimonio, ya que su edad así lo exige, incluso, ellas mismas lo creen, condicionadas por la tradición que las oprime y que las calificaría de "solteronas". No obstante, Tula se resiste a aceptar las conveniencias que se le van indicando, se muestra valiente y, como consecuencia, es incomprendida e incluso culpada de la situación que la atosiga, circunstancia que se comprueba en el párroco tras conocer el ataque sexual que ha sufrido a manos de Ramiro, pues el párroco la señala y disculpa la conducta injustificable del cuñado, asumiendo que los actos de aquel se deben a la negativa de la protagonista a contraer matrimonio.

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