miércoles, 9 de noviembre de 2011

La estrategia del caracol (1993)

Gustavo Calle (Luis Fernando Munera) acapara la atención de las cámaras, y lo hace porque tiene una historia que contar, una de la que fue testigo presencial algunos años atrás y que se desarrollaba en un conjunto de viviendas no muy distinto al que intentan desalojar las fuerzas del orden. Las palabras del entrevistado prometen una buena historia, al menos, así lo atestigua su entusiasmo cuando comienza su narración, que viaja a un tiempo pasado y a una ubicación concreta: La Pajarera, un edificio donde los vecinos se muestran reacios a abandonar sus hogares por las buenas. Los primeros momentos de resistencia presenta a un grupo de individuos atrincherados tras los muros, hombres, mujeres y niños que pretenden resistir el asedio de los agentes de policía. Sin embargo, ni la fuerza armada ni las leyes pueden solucionar su problema, sólo una estrategia desesperada les permitiría conservar sus casas y su dignidad. La estrategia del caracol se muestra como una fábula en la que un grupo de vecinos se propone luchar contra la injusticia que, si bien se apoya en una orden judicial, atenta contra su condición de seres humanos, por ese motivo don Jacinto (Fausto Cabrera), anarquista exiliado que no desea una nueva derrota, ha desarrollado un plan, una estrategia que necesita de la colaboración de todos los vecinos para poder ganar tiempo y llevarla a buen puerto, un tiempo que deben conseguir, empleando todo tipo de artimañas más o menos legales, y que el doctor Romero (Frank Ramírez) debe proporcionar para mantener al juez (Edgardo Román) y al doctor Mosquera (Humberto Dorado), representante del propietario doctor Holguín (Victor Mallarino), alejados del edificio donde se mueve ese grupo heterogéneo cuyos rasgos comunes serían la miseria en la que viven y la orden de abandonar sus hogares. La propuesta de Sergio Cabrera funciona en todos sus aspectos, entretiene, divierte e invita a la reflexión al presentar la eterna lucha entre los intereses de las clases privilegiadas y un grupo de desfavorecidos, que nada pueden contra un sistema creado por y para los primeros, sin embargo, el ingenio y la necesidad de sentirse dignos les empuja a no dar su brazo a torcer; y como bien dice Gustavo Calle al final de su entrevista, cuando el periodista le pregunta: ¿y qué fue lo que consiguieron con eso? conservar la dignidad.

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