domingo, 27 de noviembre de 2011

La mujer de fuego (1947)



El caso de André de Toth recuerda en cierta medida al de Budd Boetticher, ambos realizaron un buen número de films, la mayoría inscritos dentro del western, casi siempre de escaso presupuesto, en los que expusieron un cine directo y de calidad. Por ello resulta una lástima que ambos pasen desapercibidos para las nuevas generaciones de espectadores, que apenas se detienen en obras tan interesantes como La mujer de fuego (Ramrod, 1947), un western cuyo protagonismo no recae en sus personajes, sino en sus actos y en los pensamientos que les impulsan a la realización de los mismos. Estos actos vendrían marcados por sus ideas, sus prejuicios, sus anhelos o sus frustraciones, que se enfrentan sin que puedan hacer nada para evitarlo, convirtiéndoles en seres complejos y contradictorios.


El personaje de la mujer cobra una importancia vital en el film de André de Toth, porque una mujer, Connie Dickason (Veronica Lake), es el motor de los hechos que se desencadenan. Esta mujer se muestra fuerte, inquebrantable en su oposición a ceder a las pretensiones de un padre (Charlie Ruggles) que desea que se case con Frank Ivey (Preston Foster), el cacique del pueblo, decisión a la que Connie se niega desde el inicio del film, llegando incluso a utilizar la crueldad, la mentira o la violencia para imponer sus intereses. Este comportamiento la aproxima al antagonista, el hombre del que quiere alejarse y a quien pretende derrotar, un terrateniente que se cree el amo de todo cuando existe y que no duda en aplicar su ley, a pesar de existir una autoridad legal: el viejo sheriff Jim Crew (Donald Crisp), amigo de Dave Nash (Joel McCrea). Nash es un individuo a quien no le interesa el enfrentamiento entre Connie y Frank, por ese motivo rechaza el trabajo que le ofrece la nueva ganadera, pero tras su encuentro fortuito con Frank Ivey cambia de idea, eso sí, con la condición de que pueda actuar a su manera y siempre respetando las normas que dicta la ley, sin utilizar la violencia, o lo que sería lo mismo, respetando a un amigo que le advierte de que nada puede hacer contra Ivey si éste no comete algún delito. Dave Nash y Connie Dickason se encuentran al principio de su relación profesional, y también personal, ambos saben que necesitan vaqueros para levantar el rancho, pero nadie en los alrededores se muestra dispuesto a enfrentarse a Frank Ivey. Ante este hecho, Dave Nash se ve obligado a solicitar la ayuda de Bill Schell (Don DeFore), un antiguo amigo, a quien ofrece trabajo, siempre y cuando asuma que debe acatar sus normas, cuestión que implica no emplear trucos sucios o violentos.


La mujer de fuego (Ramrod) se podría resumir empleando una sola palabra: conflicto. Todos los personajes se encuentran envueltos en, al menos, uno, siendo Nash quien se lleva la palma al enfrentarse en varios frentes, tanto personales como profesionales: el amor de dos mujeres, tan diferentes como el agua y el fuego, entre las que debe elegir, decantándose quizá por la peor de las opciones y olvidando que Rose (Arleen Whelan) siempre ha estado ahí, aguardando por él, consciente de que puede perderle definitivamente. Mientras se decide, la lucha contra Frank se recrudece y su amistad con Bill se pone a prueba, porque Bill debe elegir entre respetar a su amigo o dejar que su odio hacia Frank Ivey se desate. También en Connie se abren varios frentes de lucha: se enfrenta a un padre que no la comprende y que desea lo mejor para ella o ¿para él? Sin embargo, ella se opone a ese destino que la ligaría a Frank, a quien ni desea ni acepta, enamorándose de un hombre a quien tendrá que engañar si pretende alcanzar su propósito, mostrando que es una mujer dispuesta a todo con tal de salirse con la suya. Así pues, André de Toth filmó un enfrentamiento externo entre personajes que se encuentran batallando con ellos mismos, personas que deben elegir y como suele ocurrir sus decisiones pueden ser o no las acertadas.

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