jueves, 24 de noviembre de 2011

Un niño grande (2002)

Pareja estable, hijos, trabajo, ¿para qué? si a Will Freeman (Hugh Grant) le basta con vivir de los derechos de una canción que odia, y que fue escrita por su padre. La constante de ir a contracorriente es la que le llena, al menos eso es lo que se asume tras observar la imagen en la que él es el único peatón que va en sentido contrario al resto o al escuchar su narración, cuando explica que es una isla que necesita su espacio vital para realizar sus propósitos entre los que destaca mantener relaciones sin ataduras; por ello cuando descubre que el mundo de las madres solteras puede ser una mina, porque se trata de mujeres que han salido de una relación y que no desean comenzar otra, al menos no tan pronto, se presenta en la reunión de madres haciéndose pasar por un padre abandonado que debe cuidar, sin ayuda, a su joven e inexistente hijo. En ese momento ya se conoce a Will, un tipo que va por libre, que no duda en mentir para conseguir ese ligue que precisa y que le haga sentirse bien consigo mismo; sin saber que su isla se encuentra a punto de unirse al continente. La aparición de Marcus (Nicholas Hoult) cambia su vida, y lo hace porque el niño tiene miedo, miedo de que su madre, Fiona (Toni Collete), intente suicidarse, como ya lo había intentado el día que conoció a Will, por ese motivo se presenta día tras día en casa de un adolescente de 38 años; mientras en la pantalla apenas transcurren un par de minutos que sirven para mostrar como se aceptan y como unen sus vidas, a pesar de no intercambiar palabras. Un niño grande (About a boy) muestra desde la comedia dos mundos opuestos, pero a la vez muy cercanos, la soledad infantil, no deseada, y la soledad del adulto, supuestamente elegida, pero tampoco deseada; Marcus decide que su familia es demasiado corta, dos no es un buen número, su madre y él no son suficientes, pues si uno falta el otro se quedaría solo, por eso decide incorporar a la fuerza a Will, intentando que éste entable una relación imposible con una madre al borde del desequilibrio emocional. Sin embargo, Will tiene otro idea en cuanto a la pareja, una mujer morena, inteligente y sofisticada que responde al nombre de Rachel (Rachel Weisz); no obstante, el miedo y la falta de confianza en sus aptitudes, que sí las tiene, le llevan a la convicción de que esa mujer, que le atrae como ninguna lo había hecho, dejará de prestarle atención en cuanto descubra que es un individuo superfluo que ni trabaja ni tiene nada que aportar, a no ser que se trate de música o de moda; así pues aprovecha una confusión que no desmiente para acercarse a ella, y es ahí donde Marcus y Will se convierten en una pareja que se acerca en sus miedos y sus necesidades para alcanzar sus objetivos, que al fin y al cabo serían similares, por no decir los mismos. Los hermanos Weitz, Paul y Chris, realizaron una comedia muy entretenida basada en la exitosa novela de Nick Hornby, que aparentemente podría resultar superflua e irreal, pero que resulta más cercana e inteligente de lo que a priori podría pensarse, una reflexión desde la diversión de la soledad, del rechazo infantil en la escuela, de los problemas de comunicación entre padres e hijos o de la no aceptación del paso del tiempo y de las responsabilidades que éste conlleva.

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