miércoles, 28 de diciembre de 2011

Harry el sucio (1971)


El ejemplo más popular del policía de ficción expeditivo se encuentra en
Harry el sucio (Dirty Harry, 1971). Solo hay que observar su depurada y contundente técnica de trabajo o las pocas palabras que salen de su boca para comprobar su cinismo hacia el entorno y su afán por acabar con criminales en quienes, tras buscarle las cosquillas, descargará su Magnum 44. Sí, ese ejemplo de agente del orden, que va por libre para hacer cumplir las normas, se llama Harry Callahan (Clint Eastwood) y no es un agente de la ley al uso. Más bien, Harry se acerca a la figura de un ejecutor del sistema, sin embargo, este tipo duro parece no equivocarse de objetivos al aplicar sus métodos, pues ni castiga ni tortura a individuos inocentes (afortunadamente, para estos), sino que persigue a psicópatas que tienen en vilo a la ciudad de San Francisco. Pero, por lo visto, hubo reacciones negativas ante este personaje, comentarios realizados acerca de Harry el sucio que decían que se trataba de un film con cierto tufo fascista. Sin embargo, eso no sería más que querer darle un matiz también dudoso, pues no es más que un policíaco a imagen de su protagonista, duro, sin medias tintas, fruto de una sociedad en crisis. Los sucesos que marcaron la década de 1960 dieron paso al despertar a una realidad de desencanto en los últimos años del decenio y en los primeros de la siguiente, un periodo pesimista en el que los antihéroes regresaban a las pantallas (más expeditivos y ambiguos que los héroes del cine negro clásico), tipos cínicos, violentas, descreídos y decepcionados con cuanto observan a su alrededor. Por lo tanto, Harry debería ser comprendido como lo que es, un thriller intenso y crudo que pretendería mostrar la ambigüedad del sistema y la criminalidad que se pasea a sus anchas por calles que parecen pedir a gritos la presencia de un tipo que las barra, tipos que, como Harry, Travis o el justiciero de Charles Bronson, asumen su propio código moral y de conducta condicionados por la crisis del sistema y la suciedad que acumula y desborda. De ahí que su apodo "el sucio" no se refiera a su carencia de higiene, que allá él, sino a esa constante de barrer los casos más complicados; y eso ocurre porque el teniente Bressler (Harry Guardino) sabe que se trata de su mejor hombre, a pesar de ser el más independiente e incontrolable. Harry va por libre, le gusta trabajar solo y a su manera, por eso rechaza inicialmente la compañía de Chico González (Reni Santoni), el novato que le asignan a la fuerza y que le salvará la vida cuando acude a la cita con un psicópata llamado Scorpio (Andy Robinson), tras recorrer la ciudad de un extremo al otro, en un intento por salvar a una chica que ha sido enterrada viva por ese tipo a quien pondrán en libertad porque no existen pruebas para procesarle. Harry está que trina tras sus dos encuentros con Scorpio, tampoco le ha gustado que sus superiores le hayan abroncado por tratar al culpable con su misma medicina (pues para Harry y para el espectador no existe ninguna duda de su culpabilidad), porque necesita sonsacarle a toda costa la información necesaria para salvar la vida de la muchacha desaparecida. Sin embargo, la ley asume que el presunto criminal tiene sus derechos, los mismos que éste ha negado a la joven, y eso cabrea todavía más al policía del Magnum 44. Harry no comparte que los criminales salgan impunes, bajo el amparo de un sistema que parece protegerles y que les permite seguir matando, cuestión que él pretende atajar si le queda una última bala en el tambor de su colt. Harry el sucio funciona a la perfección como thriller policíaco, su puesta en escena es precisa, contundente e incluso divertida, a pesar de la violencia que existe en buena parte de metraje, no obstante esta violencia no sería gratuita, sino que sería un reflejo de la realidad que se vivía en las calles de las grandes ciudades, como también se muestra en films como: San Francisco ciudad desnuda, The French Connection o Taxi driver (por nombrar alguna de las producciones de los setenta). Quizá en manos de un director menos capacitado que Don Siegel, y sin la presencia de Clint Eastwood (no fue la primera elección, pero seguro que nadie podría haber encarnado a Harry mejor que él) en la actualidad no se hablaría de Harry el sucio como un referente de ese cine expeditivo de los setenta, ni de sus cuatro secuelas, ni de los personajes de ficción que heredaron sus métodos de trabajo. El dúo Siegel-Eastwood supo ofrecer una imagen entre atractiva y feroz de un antihéroe duro, de vuelta de todo, pero de cimientos morales a prueba de bombas, un inspector de policía eficaz que no se detiene, que no pregunta, que no duda y que, en ocasiones, utiliza unos métodos que podrían decirse que traspasan el límite marcado por la ley que defiende.

No hay comentarios:

Publicar un comentario