viernes, 9 de diciembre de 2011

Invasión en Birmania (1962)


¡Sólo otro paso, un paso más! ¡mientras podáis respirar, podéis luchar!” exclama el general Merrill (Jeff Chandler) a unos hombres que ya han resistido cuanto se podía resistir, unos hombres que yacen en el barro tras una sangrienta batalla a las puertas de Myitkyina, emplazamiento birmano ocupado por las tropas japoneses. La historia de los merodeadores de Merril sirvió a Samuel Fuller para exponer las circunstancias a las que se vieron sometidos un grupo de tres mil soldados americanos que tuvieron que infiltrarse tras las líneas enemigas, a través de la jungla y de pantanos para evitar a los soldados japoneses. Sin embargo, la trama se centra en un puñado de hombres liderados por el teniente Stockton (Ty Hardin), un oficial que mantiene una especie de relación paterno filial con el general, el otro personaje de entidad de Invasión en Birmania (Merrili's marauders). Al inicio del film se informa de la misión que se le ha encomendado a Merrill: tomar Walawbum; sin embargo, cuando sus hombres, fatigados, hambrientos y enfermos, alcanzan y cumplen el objetivo, el general recibe la orden de continuar. Merrill sabe que ese mandato es una locura, porque significa pedir un esfuerzo sobrehumano a unos soldados enfermos física y mentalmente, pero su rango de oficial al mando le obliga a acatar las órdenes del general inglés Stilwell (John Hoyt). Una vez más, el grupo de Stock encabeza la marcha a través de un pantano en el que la falta de alimentos, la ausencia de descanso y la amenaza de enfermedades como la malaria o el tifus, son la tónica general. Los muchachos han llegado al límite de sus fuerzas, empiezan a dudar y a sentirse propensos a la desesperación, una circunstancia que Stock observa sin poder hacer nada por evitarla, pues él mismo empieza a sentirse superado. La situación de los soldados de Invasión en Birmania es inhumana, por mucho que el general diga que sólo es paso más, porque cada uno de esos pasos llevaría implícito el sufrimiento, el desgaste físico, la locura y la muerte de la mayoría de los hombres, como descubre el teniente Stock tras tomar la estación de tren, porque allí donde mira sólo encuentra cadáveres. A pesar de las reiteradas advertencias que el doctor Kolodny (Andrew Duggan) hace a Merrill, (tanto por la salud de los hombres como por la del propio general, que padece del corazón), éste le ignora, decidido a sacrificar su vida y la de sus hombres, porque para bien o para mal él es quien tiene el mando, y el mando implica tomar decisiones difíciles como la de enviar a los hombres a la muerte, una verdad que nadie parece entender, salvo él mismo. Samuel Fuller filmó, sin medias tintas, el horror por el que pasan estos merodeadores de Merrill, unos hombres que llevan combatiendo al máximo de sus fuerzas algo más de dos años, pero a quienes se exige, sin derecho a réplica, un esfuerzo más, ese paso que la gran mayoría no podrá dar, porque aunque el final del film cumplan los objetivos, los rostros y los cuerpos de los supervivientes desvelan que los seres humanos tienen un límite tras el cual se derrumban, y eso es lo que se entiende del sacrificio que realizan los hombres de Merrill, quienes sólo deben dar un paso más, porque si respiran pueden luchar.

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