miércoles, 21 de diciembre de 2011

Mala suerte (1960)



Jan Piszczyk (Bogumil Kobiela) no quiere salir del lugar en el que se encuentra recluido, la razón es muy sencilla: tiene miedo de su mala suerte, la misma que le ha perseguido desde que era un niño y que expone ante un oyente que seguramente no le hace ni el menor caso. Sin embargo, su narración sirve para mostrar las desventuras en las que se ha visto envuelto a lo largo de varias décadas, en las que sucedieron hechos que marcaron buena parte de la historia polaca del siglo XX. Andrzej Munk se sirvió de este prototipo de antihéroe, perseguido por un destino que semeja no querer dejarle tranquilo, para mostrar, desde la comedia, las diferentes etapas por las que atravesó su Polonia natal. La primera parte de la vida de Piszczyk se desarrolla, como es natural en estos casos, en su juventud, presentando a su familia, la situación política que se vive en el país (el auge del fascismo) y su primer amor, un amor que no se consumaría porque su mala fortuna se presenta y le obliga a participar en una manifestación en la que se enfrenta, contra su voluntad, a la policía. Tras ese fracaso amoroso llega la oportunidad de servir a la patria, quiera o no. Piszczyk debe presentarse en el cuartel para ingresar en el ejército, cuestión que nunca llega a producirse porque los soldados alemanes le pillan, in fraganti, probándose un uniforme de suboficial del ejército polaco que no le pertenece. Sin atender a explicaciones le conducen a un campo de prisioneros, donde no le queda más remedio que inventarse unos hechos inexistentes, sobre sus hazañas bélicas, que narra a sus compañeros para sentirse uno más entre ellos. Sin embargo, un buen día, poco antes de intentar la fuga que le propone Sawicki (Tadeusz Janczar), ese destino que no le quiere pone en su camino a un suboficial polaco que le acusa de ser un espía. Así pues sin haber hecho nada de lo que se le acusa, es rechazado por los suyos; un mal trago que le decide a aceptar trabajar en una fábrica alemana donde se fabrican armas pesadas y de la que le echarán por su débil constitución. De nuevo en libertad, si se puede llamar libertad a su situación, este individuo se busca la vida trapicheando en el mercado negro; al principio parece que la mala suerte le ha abandonado, incluso se le presenta la oportunidad de volver a enamorarse (y de que se enamoren de él), eso sí, siempre con la mentira por delante. No obstante, el título de la película vuelve a asomar en su desgraciada existencia, provocando el reencuentro con Sawicki, lo cual conlleva salir corriendo y dejar atrás el romance de su vida. Pero las cosas no siempre tienen que ir mal; con la llegada del comunismo a Polonia parece que su suerte mejora, permitiendo que escale puestos dentro de una administración en la que parece eficiente, quizá por su falta de iniciativa y por ser un don nadie o porque se dedica a las estadísticas y a la propaganda política. Sin embargo, el éxito meteórico de su carrera fomenta la envidia en algún que otro compañero, que aprovechará la menor oportunidad para delatarle. Y ya se sabe lo que ocurría en un régimen donde las libertades eran más bien escasas: vacaciones pagadas al lugar del que no quería salir al principio de Mala Suerte (Zezowate szczescie, 1960). Munk utilizó a este personaje, condenado a tropezar una y otra vez, para mostrar la evolución de Polonia durante esos años, un país que tropezaba del mismo modo que Piszczyk y que por desgracia tuvo la mala suerte de caer primero en el fascismo, posteriormente en la ocupación nazi, para finalmente caer bajo el control de los soviéticos. Pero, como también le sucede al protagonista, lograría sobrevivir a todas esas etapas.

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