domingo, 15 de enero de 2012

Apuestas contra el mañana (1959)



Ninguno de los dos quiere participar en el “trabajo”, pero las situaciones personales que ocupan el primer tramo de Apuestas contra el mañana (Odds Against Tomorrow, 1959) les obliga a aceptar. Así se comprende que Johnny Ingram (Harry Belafonte) debe 7.500 $ a un mafioso que lo amenaza con matar a su hija y a su ex-mujer si no salda la deuda, lo cual le deja sin más salida que la de asumir un destino que pasa por realizar ese cometido que tampoco Earl Slater (Robert Ryan) desea realizar. Este individuo no puede ocultar que es un perdedor cabreado, frustrado y preocupado por su edad; sin oficio ni beneficio vive a costa de Lorry (Shelley Winters), su amante, quien por amor aguanta su mal carácter. Pero Slater no solo es un tipo enfadado con el mundo, también es violento y un racista declarado, circunstancias que se recrudecen cuando se entera de que Ingram es un hombre de color. De este modo se descubre que se trata de un hombre inestable, lleno de prejuicios raciales, confuso y desesperado, que ha pasado un tiempo a la sombra por un homicidio involuntario que, según sus propias palabras, le produjo una sensación que le gustó. ¿En qué consiste el “trabajo” que unirá y enfrentará a estos dos individuos al límite? El ex-policía David Burke (Ed Begley) tiene un plan que puede proporcionarle mucho dinero, pero necesita a esos dos tipos que inicialmente han rechazado su propuesta, aunque no tardan en cambiar de opinión dadas las circunstancias en las que se encuentran. Así pues, el trío se reúne para preparar el golpe, en ese momento ya se comprueba el rechazo y el enfrentamiento entre Ingram y Slater. Los prejuicios del segundo salen a relucir y a punto están de matarse allí mismo; sin embargo, la intervención de Burke apacigua los ánimos y continúa con la preparación del golpe al banco, conscientes de que no hay vuelta atrás y de que la suerte está echada. Robert Wise manejó con pulso firme el sólido y expeditivo guión escrito por Nelson Gidding y Abraham Polonsky, quien se vio obligado a utilizar una tapadera al estar su nombre en las listas negras que circulaban por Hollywood en la década de 1950, y no sería hasta 1996 cuando se reconoció de manera oficial su participación en este thriller directo, tenso y sin contemplaciones, que pasa por ser la primera película de cine negro con un protagonista afroamericano (Harry Belafonte), donde en todo momento parece que la suerte juega en contra de estos desesperados que son conscientes del riesgo que corren; y por qué no decirlo, también saben que no pueden ganar y sin embargo se aferran a su pocas probabilidades de vencer. Antes de llegar al banco, tanto Ingram como Slater, son vistos por varias personas que podrían reconocerles, mal asunto, pero no pueden detenerse, ya no; los dados se encuentran rodando. Pero posiblemente la peor apuesta se presenta en ese enfrentamiento, siempre latente, entre Ingram y Slater, quienes en todo momento que comparten secuencia dan rienda suelta a una animadversión que crece sin freno, circunstancia que no saben, no pueden o no quieren controlar y que posiblemente les pasará factura. De este modo se comprende que la apuesta en la que se juegan el mañana está en su contra, porque no solo se trata de su incompatibilidad, sino de un destino que también juega de manera imprevisible, porque el azar no se planea, aunque siempre participa. Lo que más llama la atención del film de Wise es la dureza que presenta en todo momento, no por las escenas de violencia, sino por la dureza verbal y por cuanto se sobreentiende del comportamiento de los implicados, cuestiones estas que provocan que no exista vuelta atrás en esta contundente muestra de cine negro.

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