miércoles, 11 de enero de 2012

El sueño eterno (1946)

Dependiendo de quien hable de cine negro puede presentarse un extenso abanico de posibilidades para encuadrar los films que se adhieren al género; los hay que sólo se centran en el las producciones hollywoodiense de las décadas de 1940 y 1950; otros amplían el periodo hacia atrás, al cine gangsteril de la década de 1930, y hacía delante, incluyendo la saga de El padrino (The godfather) y otras producciones posteriores, pero existe un punto común a todos, y sería que sus protagonistas son antihéroes que deambulan por un universo sórdido. A pesar de este rasgo común se encuentran muchas diferencias entre ellos, diferencias que les confieren una personalidad propia y una manera de entender cuanto observan, que implica un modo de actuar acorde a ésta. Philip Marlowe es un claro ejemplo de un antihéroe con personalidad propia, e indiscutiblemente es uno de los personajes más representativos del cine y de la novela negra, pues no en vano su creador Raymond Chandler es considerado uno de los padres de dicho tipo de narrativa. Así pues, un director como Howard Hawks tuvo entre manos una consistente fuente literaria que le permitiría adentrarse en un mundo oscuro lleno de peligros y de engaños, donde su particular Philip Marlowe, el mejor que ha dado el cine, encarnado por un mito como Humphrey Bogart, se desenvuelve como pez en el agua. El sueño eterno (The big sleep) es una de las grandes producciones del cine negro clásico, una película compacta, cuyo excelente guión se debe nada menos que a William Faulkner (uno de los grandes escritores estadounidenses) y a dos reputados guionistas, habituales colaboradores de Howard Hawks: Jules Furthman y Leigh Brackett (ésta última también novelista). Gracias a este equipo se pueden escuchar unos excelentes diálogos, que esconden más de lo que dicen, y que sirven para dar a conocer la personalidad de un héroe que no pretende serlo, porque simplemente es un detective privado que se encuentra metido en un caso que no es lo que parece ser. El comienzo de El sueño eterno (The big sleep) enfoca a Marlowe entrando en la mansión del general Sternwood (Charles Waldron), lugar donde se le informa del chantaje al que se enfrenta el general (no por algo que el anciano haya hecho, sino por cuestiones relacionadas con sus hijas). En esa calurosa reunión (dada la elevada temperatura del invernadero) se deja escuchar por primera vez el nombre de John Reagan, un hombre que ha desaparecido sin explicación alguna y que significaba mucho para el viejo Sternwood. Además de conocer su encargo, la visita a la mansión le sirve a Marlowe para tomar contacto con una familia desconcertante, aunque para él no lo sería tanto, pues seguramente habrá visto cosas peores e individuos de todo tipo. Carmen (Martha Vickers) y Vivian (Lauren Bacall) parecen ser dos mujeres consentidas, aunque inmediatamente se observa una clara diferencia entre ellas, la primera, la más joven parece no tomarse nada bien que los hombres la rechacen, y la segunda semeja rechazar al detective. De este modo, tras sudar lo suyo, Philip Marlowe se pone manos a la obra, mostrando sus capacidades y su seguridad a la hora de utilizarlas. A parte de la intriga que presenta El sueño eterno (The big sleep), de su buen guión y de la magnífica dirección de Howard Hawks, sobresale de entre todos la presencia de Humphrey Bogart, quien con su semblante pétreo y a la vez muy humano hace creíble, y simpático, a un personaje que siempre se asociará a su rostro, como también lo había hecho con otro de los personajes claves de la novela negra: el Sam Spade de El halcón maltés (The Maltese Falcon). Pero regresando a la historia, Marlowe se encuentra siguiendo a un tal Geiger, un supuesto vendedor de libros raros, pero que en realidad descubre que se trata de un chantajista, el mismo que pretende extorsionar a la familia Sternwood. Sin embargo, el asesinato de éste, en presencia de Carmen, obliga a Marlowe a plantearse el caso de otra manera, pues él ha sido contratado para proteger el buen nombre del general y de su familia. Philip Marlowe se mueve entre individuos, mujeres y hombres, que tienen algo que ocultar, de eso está seguro, todos ellos son seres amorales que chocan con su honestidad, incluso Vivian, con quien parece mantener una disputa dialéctica que no hace más que acercarles en un plano más allá de lo estrictamente profesional. La investigación tras el asesinato de Geiger continúa y le lleva hasta Joe Brody (Louis Jean Heydt), quien, mira tú por donde, también muere asesinado. Este nuevo homicidio le permite atrapar al asesino y con ello contentar a todos menos a él mismo, pues es consciente de que algo se ha quedado en el tintero: la implicación de Eddie Mars (John Ridgely), el dueño de una casa de juego y de la casa donde Geiger fue asesinado, un hombre que para Marlowe no es más que un gangster, y posiblemente se encuentre relacionado con la desaparición de John Reagan, de quien dicen que se había fugado con la esposa de Mars. El sueño eterno (The big sleep) es un clásico del cine negro, nadie duda de ello, y la razón (o razones) se descubren cuando se disfruta, porque ante todo se trata de un excelente entretenimiento lleno de buenos diálogos y de una intriga que se desvela a medida que Marlowe se adentra en ese mundo turbio en el que se encuentra.

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