miércoles, 25 de enero de 2012

Perversidad (1945)


Perversidad (Scarlett Street) resulta más oscura y desoladora que la versión de La golfa (La chienne) de Jean Renoir, y supuso la puesta el inicio de la breve andadura de la productora Diana Productions, creada por Fritz Lang, Walter WangerJoan Bennett y Dudley Nichols, responsable este último del guion del film y del título con el que se estrenó en Hollywood, ya que que el original no sería bien recibido por aquellos lares en aquella época. Dentro del universo del cine negro existen muchos personajes repulsivos, pero el encarnado por Dan Duryea en Perversidad (Scarlett Street) lo resulta en un grado extremo. Desde el primer instante en el que aparece en pantalla se descubre en Johnny (Dan Duryea) a un perdedor miserable que abusa y se aprovecha de las mujeres. Este individuo que no tiene el menor escrúpulo, y que no destaca en nada, vive de Kitty March (Joan Bennett), una mujer que se deja manejar porque se cree enamorada y, por qué no decirlo, tampoco muestra aspectos positivos. A pesar de dejarse manipular por su amante, ella no es la víctima principal, más bien sería una especie de herramienta que Johnny emplea para obtener el dinero que le permita alcanzar la mediocridad que desea, y que Christopher Cross (Edward G.Robinson) le sirve en bandeja cuando se presenta en la nocturnidad y le impide que golpee a su chica. A partir de ese momento, crucial para el devenir de los hechos, se gesta la pesadilla que dominará la existencia de Cross, pues su antagonista no tarda en descubrir la atracción que Kitty ejerce sobre él, hecho que le impulsa a utilizarla, pasando por alto la mínima resistencia que ella opone antes de que acceda a la petición-orden de flirtear con un hombre sombrío y gris. Para Christopher Cross la joven se convierte en el rayo de esperanza que puede alejarle de su anodina existencia, en la que constantemente es humillado y martirizado por su esposa. Así se presenta Perversidad (Scarlett Street), una de las películas más personales de Fritz Lang en su etapa americana, desoladora y dominada por personajes atrapados dentro de una realidad que semeja una pesadilla. Los tres personajes principales son seres fracasados, condenados al abismo oscuro que ellos mismos han creado como consecuencia de sus actos y de sus deseos; ni siquiera Cross, la supuesta víctima, parece poder salir indemne de una situación que le esclaviza. Este personaje, perfectamente definido y magníficamente interpretado por Edward G.Robinson, se arrastra en todo momento, nunca sonríe, se encuentra vacío y, salvo por sus pinturas, las mismas que nadie valora, nada le proporciona la evasión que le aleje de su triste existencia. Por ese motivo, su encuentro fortuito con Kitty significa la oportunidad de un cambio; en su mente idealiza la figura de la desconocida, convertida en la promesa de una felicidad que nunca ha experimentado y que posiblemente no experimentará jamás. La idea de compartir su vida con la joven cobra fuerza a medida que ella le "acepta", sin embargo, para alcanzar su sueño, tendría que deshacerse de su esposa, pensamiento que nunca admite abiertamente, pero al que vuelve una y otra vez desde que la chica le corresponde. En sus intenciones a medio expresar se descubre como ese hombre honrado, pero sumiso, sería capaz de realizar actos censurables que jamás se habría creído capaz de hacer, algo que se confirma cuando traiciona la confianza de su jefe y roba en el banco donde trabaja. Como consecuencia de su acción pierde lo único que realmente poseía, su honradez, pero puede seguir aferrado a la ilusión de estar al lado de una mujer que le manipula y denigra para satisfacer las ambiciones de un amante que cree que su víctima es un saco sin fondo.

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