viernes, 17 de febrero de 2012

El cuchillo en el agua (1962)

Tras su paso por la escuela de cine y de rodar varios cortometrajes Roman Polanski debutó como director de largos con la claustrofóbica El cuchillo en el agua (Nóz w wodzie), una excelente muestra de como con escasos medios, un pulso narrativo firme y un buen guión, que escribió al lado de Jerzy Skolimowski (quien no tardaría en pasarse a la dirección), se puede lograr un film que repercuta más allá de lo esperado. El éxito de su opera prima abrió las puertas para que Roman Polanski se asentase en el Reino Unido, comenzando de ese modo su exitosa carrera internacional. El cuchillo en el agua apunta hacia una historia tensa, incluso por momentos parece indicar que se va a presenciar un thriller turbio en el cual la violencia amenaza con desatarse en cualquier instante, sin embargo, resulta que esa amenaza se transforma en un tenso drama intimista que enfrenta a dos hombres similares que muestran el eterno rechazo que significa ser dos polos idénticos. Andrzej (Leon Niemczyk) y Krystyna (Jolanda Umecka) se disponen a pasar el día en su velero, pero antes de llegar a su destino un joven desconocido (Zygmunt Malanowicz) se planta en el medio de la carretera y les obliga a detener bruscamente el vehículo en el que viajan. Lo que podría haber sido un encuentro fugaz se extiende más allá de lo necesario porque Andrzej, después de insultar al muchacho, le recoge, aunque lo hace para sorprender a Krystyna. Durante el trayecto se aprecia un ambiente enrarecido, pero eso no sería de extrañar ya que se trata de desconocidos; sin embargo, Andrzej le invita a navegar con ellos, quizá lo haga porque siente la necesidad de demostrar su pericia y compararla con la inexperiencia del joven, y de este modo remarcar su supremacía delante de su esposa. A lo largo del día se muestra el constante enfrentamiento entre dos personalidades cuya única diferencia reside en la edad que las separan, pues Andrzej reconoce en el muchacho el “yo” que habría sido en el pasado, mientras, el joven encontraría en la persona del adulto el reflejo del futuro que desea para sí mismo. Durante la navegación el adulto intenta imponerse sobre un joven que siente un rechazo innato a la autoridad del patrón del barco; no obstante, no ocurre nada, ni siquiera cuando el muchacho muestra una navaja que enturbia una atmósfera ya de por sí enrarecida y opresiva. La tensión es evidente, ya sea en el interior del camarote, cuando se entretienen jugando, o en la cubierta del velero, donde Andrzej no puede disimular su envidia hacia la juventud perdida que descubre en su invitado, ni quizá sus celos ante la posibilidad de ver a su esposa preocupándose por un hombre más joven. Andrzej resulta antipático desde el primer momento que aparece en pantalla, pero desde el encuentro con el autoestopista esa sensación aumenta hasta mostrarle repulsivo, cuando crea una situación ilógica que deriva en un último enfrentamiento entre las dos caras de una misma moneda. El cuchillo en el agua se descubre intimista y opresiva dentro de un espacio reducido como lo sería ese velero donde se descubren carencias, deseos, dudas y desilusiones; sentimientos enfrentados que se intentan ocultar sin conseguirlo, pues los comportamientos que se observan remarcan un fuerte rechazo, que permite a Krystyna descubrir a dos hombres iguales que compiten ante ella, y posiblemente por ella.

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