miércoles, 25 de abril de 2012

Nubes flotantes (1955)


El periodo de posguerra japonés estuvo marcado por el pesimismo social, la destrucción física y la psicológica de quienes vivieron ese momento de reconstrucción, tanto colectiva como individual, de un país en ruinas y controlado por fuerzas extranjeras. Durante los primeros años de posguerra el cine estuvo bajo la supervisión del ejército estadounidense, lo que deparó que alguna temática fuera censurada, sin embargo, la censura no tardó en desaparecer. Como consecuencia, algunos cineastas como Akira KurosawaMikio Naruse, Masaki Kobayashi o Kaneto Shindô pudieron reflexionar en algunas de sus películas sobre cómo afectan las consecuencias que directa o indirectamente derivaron de la contienda. Mikio Naruse, uno de los más grandes y desconocidos cineastas japoneses surgidos hacia el final del periodo silente, tomó como telón de fondo para dar forma a Nubes flotantes (Ukigumo) ese periodo de recuperación de su país consciente de su pérdida y de las secuelas, las físicas de un país destruido y las psíquicas de personas destruidas moralmente, que se descubren dentro del entorno. Como buen estudioso de la intimidad de sus personajes, Naruse enfocó la historia de Nubes flotantes ofreciendo el protagonismo a Yukiko (Hideo Takamine) y Tomioka (Masayuki Mori), dos amantes que se reencuentran tras una guerra que ha dejado al país en la ruina que se observa en las calles de Tokio por donde Yukiko deambula en busca de la promesa de amor realizada cuando los amantes se conocieron en la Indochina francesa. Yukiko recuerda aquellos lejanos momentos en el sudeste asiático, a donde habría llegado para escapar de una mala experiencia que reaparece en el presente cuando se encuentra con Iba (Isao Yamagata). En Indochina conoció a Tomioka, quien, tras su aparente indiferencia inicial, le prometió divorciarse de su mujer y convertirla en su nueva esposa. Sin embargo, no lo ha cumplido su palabra, como había asegurado que haría, parece como si quisiera olvidar aquel periodo que la aparición de Yukiko le recuerda, porque ha perdido todo tipo de emoción, perdido en sus propios pesares, incluso llegando a confesar que ha perdido su alma. Para Yukiko nada importa salvo ese hombre a quien ama, vive obsesionada por un amor no correspondido, un sentimiento que la arrastra a una vida de sin sabores, vacía y rodeada de la carestía que predomina en el exterior, pero también en en su interior. Sin oficio y sin saber qué hacer tras la negativa de Tomioka, se convierte en la amante de un soldado americano, sin embargo, solo es algo pasajero, como también su relación con Iba, el hombre que la violó en el pasado. La idea de ser la esposa de Tomioka nunca la abandona, por eso siempre sucumbe cuando este aparece; se deja llevar por su presencia a pesar de que él se comporte como si no sintiese nada más que un deseo que se calma tras unos días juntos. Nubes flotantes interioriza en personas que no saben hacia dónde se dirigen sus vidas, seres perdidos que parecen arrastrados por un viento que les impide alcanzar sus deseos, ya sea por un presente de pesimismo o por un pasado que Yukiko no puede, ni quiere, olvidar, porque en él simboliza las promesas y la ilusión, las cuales no tienen cabida en ese periodo actual, confuso y marcado por el rechazo de un hombre que se ha encerrado en sí mismo como consecuencia de sus fracasos y de las escasas posibilidades de salir adelante. Además se trata de un hombre que rechaza sus emociones y, por lo tanto, también lo hace con las de quienes le rodean, sobre todo las de esa mujer siempre dispuesta a entregarse a quien la abandona por una nueva amante (Mariko Okada), más joven y alegre. La imposibilidad de la relación semeja suavizarse hacia el final de Nubes flotantes, cuando surge un claro para la esperanza, pues Tomioka comprende y acepta el amor que siente por una mujer que le ama más que a su dignidad o a su vida; sin embargo, el final no es amable, sino sincero y por lo tanto doloroso, porque así sería el presente que les envuelve y separa.

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