martes, 1 de mayo de 2012

Night Editor (1946)

El inicio de Night Editor presenta a un joven (Coulter Irwin) que se muestra turbado (quizá por un abuso excesivo de alcohol) y desesperado, como si su vida estuviese a punto de irse a pique, algo que todos los presentes en la sala del periódico parecen saber, pero no dicen nada sobre el asunto y continúan con su partida de poker; sin embargo, uno de ellos, Crane (Charles D.Brown), se decide a contar una historia que, supuestamente, no va dirigida a nadie en particular, pero con la que pretendería ayudar a ese joven que se ha derrumbado sobre la mesa de su escritorio. Night Editor no puede ocultar su carácter moralista, que encierra una enseñanza para Johnny, o para el público que observa como el film regresa al pasado para enfocar a un policía obsesionado con su trabajo. Tony Cochrane (William Gargen) es un detective cuya vida personal se desmorona a pesar de que Martha (Jeff Donnell) le ame y su hijo (Robert Kellard) le adore. Los problemas de este hombre se descubre cuando recoge a Jill Merrill (Janis Carter), evidentemente su amante, con quien se acerca hasta una playa donde pretendería finalizar con la infidelidad que le atormenta; pero eso sólo sería el principio de su desgracia. Cercano a su automóvil, Tony y Jill descubren como un hombre golpea a una mujer hasta dejarla sin vida; el extraño huye consciente de que le han visto. Cochrane duda, no sabe qué hacer; para un policía sin problemas la reacción sería clara, no obstante, él los tiene, pero por un momento parece decidido a perseguir al asesino, aunque no tarda en cambiar de parecer cuando Jill plantea el cómo explicaría su infidelidad. El miedo puede con su condición de policía, decidiendo que sean otros los que atrapen al homicida. Desde ese instante, se le nota tenso, consciente de que su presencia en el lugar de los hechos puede ser descubierta sino se deshace de cualquier prueba que le relacione con el crimen; de ese modo, borra las marcas de los neumáticos en la arena, como también decide cambiarlos en la oscuridad de su garaje para que nadie pueda observarle, aunque es sorprendido por Martha, a quien rechaza porque moralmente se encuentra sucio. Tras presentar a los hechos, Henry Levin devolvió la acción al presente, como haría en una ocasión posterior (a parte del final), para dividir de ese modo el film en tres partes: presentación de los hechos, investigación policial y la lucha a contrarreloj de Cochrane por reunir pruebas contra el verdadero asesino. Sin más pormenores, se produce el segundo flash-back, dentro del cual se desarrolla la investigación policial, la misma en la que participa Tony Cochrane, y en la que no se tarda en encontrar a un sospechoso al que se le declara culpable. El policía sufre un intenso enfrentamiento moral; no puede confesar que ha ocultado su presencia en el lugar del crimen, pero tampoco puede permitir que manden a la muerte a un inocente. Los hechos le superan cuando descubre que Jill no colaborará; se muestra caprichosa, fría y sin escrúpulos, incluso le dice que no haga nada, que deje que ejecuten al inocente, un don nadie a quien nadie extrañaría. Tony es consciente de su situación, sabe que es demasiado tarde para echarse atrás y confesar su falta, aunque siente la necesidad moral de atrapar al verdadero asesino. En el tercer flash-back se muestran los esfuerzos del detective para reunir pruebas que incriminen al culpable: Douglas Loring (Frank Wilcox), un banquero que se ha convertido en el nuevo amante de Jill; sin embargo, todo juega en contra del policía, pues cuando reúne la pruebas necesarias Jill miente, sirviendo de coartada para su nuevo juguete. La tensión que mana de Night Editor la convierte en una de esas pequeñas joyas del cine negro de serie B, que quizá se resiente en su parte final, cuando por última vez el film regresa al presente y se observa a un muchacho que se ha replanteado su vida en apenas un instante, pero sobre todo porque se descubre otro final, que traiciona la sensación de perdición que rodeaba a Cochrane.

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