jueves, 9 de agosto de 2012

Whisky a Go-Go (1949)


En un pequeña isla de las Hébridas Exteriores la vida consiste en trabajar en el mar o en el campo, pero sus habitantes viven felices porque tienen sus momentos de evasión, durante los cuales comparten la familiaridad de la que disfrutan los pequeños núcleos de población. Allí viven ajenos a la guerra que asola al resto del mundo, como si nada pudiera afectarles, sin saber que una de las catástrofes más duras de su historia se cierne sobre ellos. No se trata del hambre, ni de una epidemia mortal, ni siquiera de la temida invasión, porque el horror que les amenaza es de otro tipo y se hace real cuando la última botella de whisky se vacía. ¿Y ahora qué? La alegría desaparece de los corazones de los lugareños, sólo el capitán Waggett (
Basil Radford) (miembro de la reserva) parece no sentir la sombra que se ha adueñado de sus vecinos; claro está, dicho capitán no es oriundo del lugar, ni siquiera es escocés, sino inglés; quizá como consecuencia de su origen no alcanza a comprender lo terrible de la sequía del agua de la vida. Cuando el sargento Odd (Bruce Seton) llega a la isla, después de dos años de ausencia, observa a los habitantes del pueblo cabizbajos, sin la alegría que les caracterizaba en un pasado no muy lejano; pero qué puede hacer, si ya tiene bastante con conseguir que Peggy Macroom (Joan Greenwood) acepte casarse con él. Para la comunidad el desastre es equiparable al diluvio universal, y por lo que parece no hay manera de ponerle fin, ya que la guerra impide que su fuente de satisfacción alcance el litoral isleño; pero los milagros existen, y no lejos de esas mismas costas naufraga un mercante que transporta el milagro: ¡cincuenta mil cajas del preciado líquido!, cuestión que aviva los ánimos de unos vecinos decididos a abordar la embarcación antes de que se hunda por completo. Superado el primer escollo de alejar a la tripulación, surge el segundo, ya que por desgracia para ellos ha dado comienzo la jornada dedicada a las celebraciones religiosas, festividad semanal que les impide realizar cualquier tipo de trabajo; de nuevo con la cabeza gacha observan el tesoro que flota sobre las aguas, temerosos de que éste desaparezca antes de emprender las labores de rescate. El capitán Waggett sospecha que los habitantes de Todday pretenden apoderarse del botín, y un hombre de su responsabilidad militar tiene el deber de impedirlo; además parece obsesionado con la idea de demostrar su valía y sus dotes militares. Sin tiempo que perder ordena al sargento que le ayude en los turnos de vigilancia, ignorando que el suboficial es víctima de un chantaje por parte del padre de su prometida (Wylie Watson), por lo que la guardia podría ser menos efectiva de lo que se espera de un soldado profesional, sobre todo cuando dan las doce de la noche, y la fiesta religiosa llega a su fin, y permite que decenas de sombras en la oscuridad se dirijan al puerto para subir a los botes que les llevarán hasta el tesoro más valioso que jamás hayan visto por esos lares.


Whisky a go-go (Whisky Galore!) 
fue la primera comedia y el primer film de Alexander Mackendrick, cineasta de corta pero brillante filmografía, que en esta divertida película hizo gala de su desparpajo, su talento y un sentido del humor irónico que se ajustó a la perfección a la flema británica que siempre se descubre en las grandes comedias producidas en los estudios Ealing, productora para la cual el realizador americano dirigió grandes films como El hombre del traje blancoLa bella Maggie El quinteto de la muerte. Y como estas, es una divertida sátira, muy británica, pura ironía. Pero en Whisky a gogó predomina la picaresca de ese puñado de hombres que recuperan sus ganas de vivir cuando tienen en sus manos cientos de cajas que ocultan en una cueva para evitar que se las arrebate ese capitán que bebe limonada, pero no sin antes tomar un buen trago que les borre la amargura vivida durante la sequía. Pero los problemas no acaban ahí, ni mucho menos, ya que Waggett continúa empeñado en descubrirles y denunciarles por pirateo, cuestión que nadie en el pueblo, ni siquiera la estricta señora Campbell (Jean Cadell), está dispuesto a tolerar.

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