martes, 21 de agosto de 2012

Z (1969)


Como máximos responsables de Z (1969), Costa Gavras (director) y Jorge Semprún (guionista) afirmaron en los títulos de crédito de su película que cualquier coincidencia con la realidad nada tenía de coincidencia, con lo cual confirmaban su intención de realizar un tipo de cine de denuncia político-social que reconstruye un hecho real sucedido en Grecia en 1963. se desarrolla en un país mediterráneo supuestamente democrático donde las fuerzas de extrema derecha se sienten amenazadas por la presencia en la oposición de socialistas, pacifistas y comunistas, ideologías contrarias al régimen conservador que domina el país y las altas esferas de la policía y del ejército. Esta cuestión queda plasmada en el discurso inicial del general jefe superior de la gendarmería (Pierre Dux), cuando afirma que los grupos radicales de extrema derecha son los anticuerpos contra el mal que acecha a la nación. De modo que, desde arriba, se da la orden a los cuerpos de seguridad del Estado para que protejan a los violentos que boicotean las reuniones de la oposición, los mismos que irrumpen durante la reunión que se celebra en una plaza donde se citan el diputado Z (Yves Montand) y otros representantes de la oposición, obligados a reunirse en la calle porque alguien ha coaccionado al propietario del teatro inicialmente previsto como escenario del encuentro. Sin recinto y ante la impasibilidad de los agentes del orden público, la reunión se transforma en un campo de batalla que se salda con varios heridos, dos de los cuales son trasladados al hospital donde uno de ellos, el diputado, fallece poco después. El asesinato de Z resulta un problema para las autoridades y, como tal, hay que encubrirlo, por eso la policía alega que los causantes de la supuesta muerte accidental fueron dos borrachos, informe que concuerda con las declaraciones de los propios incriminados, de algunos testigos y de los agentes presentes en el altercado; y así, sin más, se pretende tapar un crimen que pasa por ser un accidente tras el que se esconde un atentado contra el individuo y contra la democracia. Como otros films de Costa GavrasEstado de sitio o Missingno pretende ser ni una intriga ni un drama, ya que la propuesta de sus autores solo contempla la exposición detallada de un hecho puntual que atenta contra la libertad de expresión, de pensamiento o de ideas, cuestión que queda perfectamente plasmada durante la investigación que lleva a cabo el juez de instrucción (Jean-Louis Trintignan) a quien se le encarga la investigación rutinaria del caso. Inicialmente este investigador no duda de la versión oficial, ¿por qué hacerlo si todas las declaraciones y pruebas encajan en su versión de que ha sido un accidente? Sin embargo, a medida que desarrolla su labor va descubriendo aspectos y contradicciones que desvelan una verdad que se intenta ocultar, incluso con el empleo de la coacción y del asesinato. Para el juez todo cambia cuando recibe el informe de la autopsia (que nadie ha pedido realizar), pues este amplía su perspectiva y le permite contemplar posibilidades distintas a la muerte accidental que defiende la versión que él mismo había aceptado sin la menor muestra de duda, como demuestra su constante de referirse al crimen como accidente durante la mayor parte de sus pesquisas. Finalmente, de modo inconsciente, deja de hablar de incidente para emplear el término asesinato al referirse a la muerte de Z, un atentado contra la democracia que debe cimentarse sobre el respeto de la pluralidad, no solo política, sino de la pluralidad de conciencia que contemple y defienda las libertades individuales así como la independencia de los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), sin coacción, manipulación o corrupción. Por desgracia, la conclusión de la película no muestra el triunfo de la libertad, la justicia o el respeto (rasgos fundamentales de cualquier sistema democrático que se precie de serlo), sino la implantación de una dictadura que no permite más que aquello que le interesa, incluso prohibiendo la letra Z, que en griego antiguo significa vivir (el derecho básico de cualquier sociedad libre).

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