miércoles, 21 de noviembre de 2012

Cuando el destino nos alcance (1973)


¿Cuál es el secreto del Soylent Green? preguntaba la frase promocional de la película de
Richard Fleischer para hacer referencia a la intriga en la que se ve envuelto el detective Thorn (Charlton Heston). Sin embargo, no era más que un gancho comercial para despertar la curiosidad en el espectador, ya que el verdadero interés del film reside en su dibujo del mundo que nos descubre, un lugar siempre árido, caluroso hasta la extenuación, superpoblado por personas condenadas a vivir en las escaleras de edificios derruidos o en el interior de los coches abandonados, faltos de alimentos y de agua corriente, y con la certeza de que en cualquier otro lugar seguirían disfrutando del alimento más proteínico: el soylent green. Cuando Sol Roth (Edward G.Robinson) era niño la comida era comida, pero los científicos contaminaron el agua y los alimentos empezaron a escasear. Ahora, en el año 2022, Sol es un anciano que vive en una Nueva York poblada por más de cuarenta millones de almas que se hacinan por los rincones de los edificios que les sirven de morada, ajenos al espacio y a las comodidades a las que solo tienen acceso los millonarios como Simonsen (Joseph Cotten). La ciencia-ficción especula con hechos que a menudo no son tan descabellados como parecen, por eso descubrir el mundo de Soylent Green no crea la sensación de estar ante un futuro imposible, dominado por la hambruna y la masificación de un planeta moribundo donde las personas se nutren con un alimento fabricado con el plancton de los océanos, el único medio de subsistencia para quienes no tienen acceso a los lujos alimenticios de una minoría privilegiada. En Cuando el destino nos alcance (Soylent Green) destaca el empleo de una fotografía árida como el clima que domina el entorno por donde transita Thorn, encargado de la investigación del asesinato de Simonsen, miembro del consejo de Soylent, que ocupa un apartamento de lujo que impresiona al policía cuando este se presenta en el escenario del crimen. Allí descubre un lugar lleno de detalles y de privilegios a los que él no tiene acceso: agua corriente, ducha, aire acondicionado, whisky, carne, jabón o un mobiliario entre el que descubre a un hermoso objeto de deseo llamado Shiri (Leigh Taylor-Young), quien en realidad es una joven condenada o privilegiada, según el punto de vista que se emplee para juzgarla. En su juicio inicial, el detective se muestra rudo, explícito y sin el menor disimulo confisca cuanto le interesa, algo que se descubre como una costumbre entre los policías, quizá los únicos beneficios que pueden sacar del entorno opresivo y mísero en el que viven y trabajan. Los tesoros que Thorn lleva a la casa que comparte con Sol, un vestigio del pasado, culto, desencantado y desilusionado con el presente, provocan que este recuerde aquellos años cuando la Tierra era un lugar hermoso, repleto de recursos naturales que solo volverá a recordar cuando acuda al "hogar" para aceptar una muerte que antepone a una vida en un espacio que oculta un secreto que no puede soportar. La escena del "hogar" resulta conmovedora y sobrecogedora al observar como el anciano se deja envolver por "la pastoral" de Beethoven mientras se deleita con imágenes de manantiales y animales que Thorn nunca ha visto hasta ese instante, cuando contempla desde la cristalera como su amigo alcanza la paz, poco antes de que él tenga acceso al secreto que se esconde en el soylent green.


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