jueves, 22 de noviembre de 2012

El fuera de la ley (1976)

Cuanto se es o lo que se ama puede dejar de ser  y convertirse en una realidad muy distinta a la conocida hasta entonces, a menudo dolorosa. Josey Wales (Clint Eastwood) lo sabe de primera mano, él lo ha sufrido y le ha transformado en un renegado que vaga sin poder olvidar el brutal instante en el que lo perdió todo, cuando un grupo de sanguinarios botas rojas asesinaron a su esposa e hijo durante la Guerra de la Secesión. La conducta posterior de este hombre silencioso y atormentado desvela su rechazo a cualquier tipo de autoridad, así como la pérdida de parte de su humanidad, la cual desaparece poco antes de unirse a la lucha que le proporciona la negación del nuevo comienzo que no desea. Ante todo, El fuera de la ley (The Outlaw Josey Wales) es un intenso western que sigue el descenso a los infiernos de su protagonista, así como su paulatino renacer en el mundo de los vivos, el cual se gesta gracias a la presencia de aquellos seres que se le unen en su deambular tras la conclusión de la contienda. Josey no acepta la rendición, no puede hacerlo, ya que no combatía por una idea, sino por el dolor que habita en su alma, un olor que ha generado odio y deseo de venganza. Pero su lucha no es contra los demás, sino contra sí mismo, al ser incapaz de olvidar y asumir las relaciones afectivas que se le presentan, y no puede aceptarlas porque teme causar la muerte de aquello a quienes tome cariño. Este ángel exterminador se muestra lejano en su silencio, en su manera de mascar tabaco y de escupirlo, en su mirada y en su manera de emplear la violencia, apartado de todos y de todo, incluso dentro del grupo de milicianos con quienes ha luchado y de quienes se separa cuando se rinden tras la traición de Fletcher (John Vernon), sorprendido por el giro de los acontecimientos que se produce en ese campamento donde los suyos deponen las armas y por la condena que significa perseguir a un forajido que no olvida (nunca lo hace). El viaje de Wales no habla de venganza, sino de su viaje hacia ese interior atormentado que se manifiesta en su constante enfrentamiento a la autoridad o a cualquier cuestión que signifique la cercanía de alguien, pero Josey no es ajeno a los sentimientos, como demuestra su actitud hacia el indio (Chief Dan George) que se convierte en su inseparable compañero de travesía. En todo momento, el forajido se descubre más noble que sus perseguidores, ya sean estos soldados, comancheros o cazarrecompensas, a quienes se ve forzado a matar y en quienes se descubren aspectos negativos ausentes en Josey, en quien se observan destellos de su humanidad olvidada cuando se produce su contacto con aquellos que se convierten en su nueva familia, incluyendo en el núcleo familiar a ese perro que le persigue a todas partes convertido en el blanco preferido de la indiferencia del personaje principal y del humor negro siempre presente en un película menos espectral que el primer western filmado por Eastwood.

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