domingo, 11 de noviembre de 2012

Río de sangre (1952)


Si repasamos la filmografía de Howard Hawks se descubre la constante presencia de la amistad, a menudo surgida entre dos hombres que ven como ese lazo se altera a raíz de la presencia de una mujer que provoca el cambio en sus actitudes, dicha característica también se encuentra en Río de Sangre (The Big Sky), un excelente western de itinerario que se desarrolla a lo largo y ancho del río Missouri. Al escribir el guión Dudley Nichols tendría presente la importancia que Hawks daba a la amistad dentro de un entorno alejado de aquello que se considera convencional (en este caso un territorio prácticamente inexplorado, plagado de peligros), como también tendría en cuenta la importancia de la figura femenina que rompe la armonía dentro del grupo masculino que se aventura hacia lo desconocido con la intención de abrir una ruta comercial con el pueblo de Ojos de Garza (Elizabeth Threatt), el detonante inocente de la ruptura que se produce entre Jim Deakins (Kirk Douglas) y Boone Caudill (Dewey Martin). Pero antes de que eso ocurra, los dos llegan a San Luis con la intención de encontrar a Zeb Calloway (Arthur Hunnicutt) (el narrador de la historia), un viejo explorador encargado de conducir la expedición a lo largo de la corriente fluvial que recorre un territorio ajeno al hombre blanco. En ese espacio abierto, pero acotado por el bosque, Deakins muestra su curiosidad, su jovialidad y su tolerancia, ausentes éstas en el comportamiento de Boone, perdido en un mar de dudas y de odio racista hacia los indios. Sus personalidades chocan, como también lo hacen con el equilibrio que se descubre en Calloway, curtido en mil batallas y convencido de que está donde quiere estar, interactuando con el medio con el que se siente plenamente identificado, por donde transcurre esta aventura supeditada al enfrentamiento, no violento, entre las actitudes de dos hombres condicionados por la presencia de Ojos de Garza. Río de sangre se estructura como un western de aventuras que se desarrolla a lo largo de kilómetros y más kilómetros de un espacio abierto que enfatiza la desorientación interior de Boone, incapaz de abandonar el rascismo que le consume y que le convierte en un individuo en constante conflicto con los sentimientos que la joven india despierta en él, comportándose de un modo que Deakins ni comprende ni acepta, mientras superan los peligros y los escollos que les acechan.

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