martes, 27 de noviembre de 2012

X-Men 2 (2003)



La continuación de X-Men no defrauda respecto a lo expuesto en la primera entrega de la saga mutante, ya que Bryan Singer, además de continuar por el camino iniciado en aquella, profundizó en la persecución sin sentido a la que se ven sometidos aquellos individuos que presentan una diferencia malinterpretada que les aleja de lo que se ha estipulado como normal. Con Magneto (Ian McKellen) encerrado en su jaula de plástico los problemas del profesor Xavier (Patrick Stewart) parecen haber desaparecido, salvo por el pequeño inconveniente de que Mística (Rebecca Romijn) continúa libre y no piensa detenerse hasta liberar a su líder, que sufre las torturas de William Stryker (Brian Cox), el nuevo villano de la función, obsesionado con la idea de exterminar a los mutantes. X-Men 2 resulta más inquietante que su precedente al meterse de lleno en la intolerancia que se fomenta en el miedo y en la incomprensión de Stryker, que no acepta la diversidad, postura que provoca el estallido de violenta que se produce cuando el comando de asalto liderado por él mismo se introduce en el colegio de Charles Xavier. El exterminador ha perdido cualquier capacidad de raciocinio, obsesionado por la locura que pretende llevar a cabo, convencido de que así liberará al mundo de una enfermedad que sólo existe en su mente. En X-Men 2 se combina a la perfección la acción con las emociones que habitan en sus personajes, cobrando mayor protagonismo la figura de la doctora Grey (Famken Jenssen), que continúa debatiéndose entre Cíclope (James Marsden), el chico bien, y Lobezno (Hugh Jackman), el chico malo, pero no tanto, que semeja tan perdido como en la primera película de la saga, salvo por la pequeña diferencia de que William Stryker forma parte de ese pasado que empieza a recordar mediante las breves imágenes que le desvelan parte de su naturaleza, pasada y presente, y le permiten tomar partido a favor de un colectivo que sufre la incomprensión de quienes equivocadamente se consideran normales. En esta entrega de los hombres de Xavier no prima la lucha entre las dos facciones mutantes, sino que éstas se ven obligadas a unir fuerzas ante una necesidad mayor: la de impedir el genocidio que Stryker ha planeado, y que piensa llevar a cabo utilizando los poderes del profesor, sometido en contra de su voluntad a los deseos de un hombre incapaz de asumir que no hay nada más natural que la existencia de similitudes y diferencias entre los individuos de una misma especie.

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