miércoles, 30 de enero de 2013

El eclipse (1962)

La falta de comunicación aparece en los silencios que se descubren mientras Riccardo (Francisco Rabal) y Vittoria (Monica Vitti) se encuentran en una sala por donde ella se desplaza mediante lentos movimientos, mientras asume definitivamente que no deben continuar con una relación que no les conduce a ninguna parte; ¿para qué seguir, si son dos seres que viven en distintos universos? La incomprensión que siente Vittoria también se observa cuando acude al edificio de la Bolsa para contarle a su madre (Lilla Brignone) su ruptura con Riccardo, pero aquella ni le escucha ni le permite el desahogo que busca. El mundo de las financias ha captado toda la atención de la madre, cuyo comportamiento no desentona con el del resto de los presentes, a quienes solo semeja importar las pérdidas o las ganancias. ¿Qué sucede en ese entorno donde las personas gritan, hablan, compran, venden, pero no se escuchan? ¿Acaso no padecen frustraciones o soledades como las que agobian a Vittoria? La tónica general que domina la sala descubre un entorno insensibilizado donde un minuto vale millones y donde las voces que se escuchan aumentan la incomunicación e incomprensión que ha provocado que Vittoria se confiese cansada, asqueada y desorientada. Su deambular por calles que semejan desiertos de asfalto acentúan la sensación de soledad que parece dominarle, incluso cuando comparte su caminar con Piero (Alain Delon), un joven tiburón de las finanzas que se encuentra plenamente integrado en el mundo que ella rechaza. La relación con su opuesto tampoco parece aclarar ninguna de sus dudas, tampoco llena el vacío que se percibe en cualquier espacio donde se encuentra. El título escogido por Michelangelo Antonioni se puede entender como una metáfora de soledad e incomunicación, donde su eclipse oculta aspectos necesarios como la sinceridad, el diálogo o la comprensión, inexistentes todas ellas en las relaciones de Vittoria, pero también en ese entorno por el que transita buscando algo que le haga sentir y le aleje de su desorientación vital. El eclipse (L'Eclisse) posee escenas que no necesitan palabras que expresen la soledad, esta se descubre en los silencios, en el lento caminar de Vittoria por unas calles tan vacías como oníricas, en la falta de sensibilidad que percibe entre el griterío ensordecedor que domina en el interior del edificio de la Bolsa o en la ausencia de movimiento en cada uno de los escenarios que recorre, y que le confirman que se encuentra atrapada dentro de un fenómeno que ha ocultado aspectos cuya ausencia crean el vacío que la desorienta y que domina su cotidianidad.

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