sábado, 26 de enero de 2013

Toma el dinero y corre (1969)

En 1969, a punto de abandonar la idea de dirigir el argumento que había escrito con Mickey Rose años antesWoody Allen por fin pudo debutar como director y protagonista en un film de bajo presupuesto, narrado desde el humor y la inteligencia, que con los años evolucionaría hacia otros derroteros más refinados y complejos. En Toma el dinero y corre (Take the Money and Run) se descubre la influencia de clásicos como Charles Chaplin o los hermanos Marx, la inseguridad y torpeza del personaje principal, la complicada relación de este con las mujeres, la presencia de la familia, la religión u otros aspectos vitales que serán constantes dentro de la rica filmografía del cineasta neoyorquino. Presentada en clave de falso documental, idea que retomaría y mejoraría en una obra maestra como Zelig (1983), Toma el dinero y corre realiza un cómico estudio del comportamiento de Virgil Starkwell (Woody Allen), un joven inadaptado, perdedor empedernido, que tan sólo desea sobrevivir y encontrar su lugar en un mundo, pero para conseguirlo se ve obligado a delinquir, con resultados tan desastrosos que le llevan directamente a la cárcel. Virgil, objeto de estudio del documento gráfico, sale de prisión gracias a su participación en un experimento que le convierte en rabino durante unas horas, pero cuando se recupera se encuentra de nuevo en la calle, donde no tiene más opción que la de malvivir cometiendo pequeños hurtos, en uno de los cuales conoce a Louise (Janet Margolin). Enamorado y convencido de querer compartir con ella una vida honesta decide atracar un banco para empezar su nueva etapa con algo de dinero, porque como él dice siempre viene bien para un hombre de provecho; sin embargo, en el momento clave del golpe, su mala caligrafía le obliga a explicar a los empleados de la oficina algunas de las palabras escritas en la nota de atraco, y entre tanta confusión acaba sin botín y con una condena de diez años. A un fuera de la ley como Virgil no hay muro que pueda retenerlo, y aunque tarde toda una vida promete fugarse, cuestión que logra antes del fin de sus días, cuando participa en una fuga que se cancela sin que nadie se lo advierta. Sin saber muy bien cómo, consigue huir y se reúne con Louise, con quien se casa y con quien intenta enderezar el rumbo de su vida. Pero la miseria y la mala suerte les persigue, obligando a este enemigo público número once a retomar viejas costumbres y a deshacerse de una compañera de trabajo que después de descubrir su verdadera identidad le chantajea para que se convierta en su amante; una idea similar y mucho mejor desarrollada aparecería años después en una de sus mejores películas: Delitos y faltas (1989). Los gags y los diálogos de Toma el dinero y corre son una muestra del humor que domina la primera etapa de Woody Allen como director, donde la risa se convierte en el eje central de obras como Bananas (1971) o El dormilón (1973), y de la trayectoria criminal (y vital) de este delincuente de poca monta, que se descubre desde las declaraciones de aquellos que le han conocido, como sería el caso de sus propios padres, quienes avergonzados de la actitud delictiva de su hijo ocultan sus rostros detrás de una careta de Groucho Marx, aunque bien pensado, y sospechando hacia donde van las simpatías del director neoyorquino, podría tratarse de un homenaje a uno de los cómicos que le marcaron.

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