domingo, 31 de marzo de 2013

Treinta segundos sobre Tokio (1944)

En Destino Tokio (1943) Delmer Daves se centró en narrar la misión que conduce a un submarino estadounidense hasta la bahía de Tokio, donde los marineros deben permanecer varios días como parte de un plan conjunto entre la armada y el ejército; allí estudian el entorno y envían la información que se precisa para el bombardeo de puntos estratégicos de Japón. Dicho film concluía con el ataque aéreo que se relata en Treinta segundos sobre Tokio (Thirty Seconds over Tokyo), un film que guarda relación directa con el de Daves. Y al igual que en Destino Tokio, inicialmente los pilotos y sus dotaciones desconocen cuál es la misión, solo se les dice que no hablen con nadie acerca de los entrenamientos durante los cuales descubren que deben despegar en un espacio reducido, pero ninguno sospecha el alcance de la misión a cargo del teniente coronel Doolittle (Spencer Tracy). Durante los preparativos, de entre todos los jóvenes aviadores presentes, el protagonismo recae en la figura del teniente Ted Lawson (Van Johnson), personaje en el que se humaniza al resto de implicados cuando cobra importancia su relación sentimental con Helen (Phyllis Thaxter), una esposa que resulta algo empalagosa y poco creíble, al igual que él. Mervyn LeRoy dedicó la primera parte del film a mostrar la preparación del contingente, pero también a interiorizar la relación del matrimonio, y es en este punto donde su narrativa se resiente, pues la pareja adquiere tópicos sensibleros que les impide transmitir la esencia de seres reales condicionados por el conflicto. Además de la excesiva sensiblería en el enfoque de la relación íntima, se advierte cierto desequilibrio en parte de los diálogos, sin embargo, los preparativos y el ataque sobre el Japón están desarrollados con gran precisión y compensan los aspectos más flojos del largometraje. La segunda parte del film se inicia en el momento que los aviadores embarcan en el portaaviones que les aproximará a territorio japonés, ese tiempo de permanencia en el navío muestra la relación y rivalidad entre el ejército y la armada, desde el respeto que provoca el saber que todos ellos persiguen un fin común. En medio de la travesía los soldados descubren en qué consiste la misión, y una vez más, Doolittle les recuerda que aquel que lo desee se encuentra a tiempo de abandonar, pero ninguno de los presentes en la sala mueve un solo músculo, mostrando su decisión y su compromiso; incluso el equipo del teniente Lawson mantiene en secreto los fallos de su aparato por miedo a que les aparten de la misión, sin pensar en ningún instante que su actitud puede perjudicar el plan. La tercera y última parte de Treinta segundos sobre Tokio comienza con el despegue que da paso al bombardeo y a la estancia de los supervivientes en suelo chino, donde el aparato de Ted Lawson sufre un aterrizaje forzoso. En medio de un territorio ocupado por el enemigo el film pierde la fuerza alcanzada poco antes y se centra en el sacrificio de esos jóvenes heridos en un medio hostil donde reciben la ayuda del pueblo chino. Treinta segundos sobre Tokio sufre las consecuencias de su enfoque propagandístico, por otra parte lógico debido a la fecha de rodaje, cuando la guerra aún era una realidad, pero también es un excelente ejemplo cuando deja a un lado su tono sensiblero y se decanta por exponer los hechos que atañen directamente al ataque y a los preparativos del mismo, tanto en la base como en el portaaviones, o durante el vuelo que conduce a Lawson y a su tripulación hacia un destino con el que se pretende asestar un duro golpe al enemigo.

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