martes, 4 de junio de 2013

El cuarto hombre (1952)


Ya quisiera para mí la irregularidad de 
Phil Karlson, un director prolífico, de los llamados artesanos —hoy la artesanía es plato fino— y de quien se dice tuvo una carrera irregular. Pues lo dicho, vista buena parte de su filmografía, me gustaría tener esa irregularidad que va al grano, que sirve para todo tipo de terreno y supera los altibajos para dar sus mejores frutos en films como El cuarto hombre (Kansas City Confidential, 1952). Su filmografía la componen espléndidos títulos, otros regulares y peores, que abarcan casi todos los géneros. Desde el western —Senderos de guerra (The Iroquois Trail, 1950)— al bélico —Del infierno a la eternidad (Hell to Eternity, 1960)—, pasando por el musical —Piso de lona (Kid Galahad, 1962)—, la aventura —La espada de Montecristo (Mask of the Avenger, 1951)—, la comedia —Kilroy Was Here (1947)— o el drama —Vivir es lo que importa (The Young Doctors, 1961)—; pero el cine negro se lleva la palma, al ser el género en el que más destacó o así parece confirmarlo Trágica información (Scandal Sheet, 1952), Calle River 99 (99 River Street, 1953), El imperio del terror (The Phenix City Story, 1955), Los hermanos Rico (The Brothers Rico, 1957) o este contundente policíaco en el que la violencia siempre se encuentra presente en los rostros de sus personajes. Los primeros minutos de El cuarto hombre exponen de manera precisa y veloz la preparación del golpe que se va a llevar a cabo; del mismo modo se narra su magnífica ejecución, meticulosamente planeada por un individuo (Preston Forster) que no ha dejado nada al azar: los horarios del furgón blindado, los del vehículo de la floristería que cada mañana se detiene delante de la puerta del banco o los individuos a quienes piensa utilizar para ejecutar su golpe perfecto, tres criminales a quienes nunca desvela su rostro, oculto tras una máscara que también les exige llevar a ellos, para, de ese modo, impedir que conozcan sus facciones o se reconozcan entre sí. Sin embargo, al cerebro se le ha pasado por alto el factor humano: Joe Rolfe (John Payne), víctima involuntaria de un asunto del que nada sabe, pero en el que se sumerge para limpiar su nombre.


Con poco dinero, pero con pulso firme, Phil Karlson rodó este excelente film noir que centró en la presencia de un falso culpable acusado de participar en el robo de un millón doscientos mil dólares. La detención de Joe le cuesta el empleo, le acarrea abusos policiales, que se omiten en la pantalla, pero que se descubren en su figura cada vez que lo conducen a la celda, y le priva de un futuro, cuando, sin pruebas que le incriminen, las autoridades le dejan en libertad. Este antiguo héroe de guerra, ex-convicto por un asunto de apuestas, era el conductor del vehículo de la floristería, similar al empleado por los asaltantes, hecho que produjo su arresto y los violentos métodos policiales empleados para sonsacarle su implicación en un asunto del que nada sabe, excepto aquéllo que descubre gracias a un amigo de un amigo. Con la posesión de un nombre, Pete Harris (Jack Elam), y una localización, Tijuana, Joe llega a la ciudad mexicana donde encuentra al fumador compulsivo que podría haber participado en el atraco, sospecha que Joe confirma poco después. Joe Rolfe es un tipo duro, y como tal no duda en emplear la fuerza para obtener respuestas, aunque éstas poco le aclaran su situación, sin embargo, le sirven para obtener una nueva pista, aquella que le conduce hasta el pueblo donde los criminales pretenden repartirse el botín. Lo más destacado e interesante de El cuarto hombre se observa en su construcción: precisa, tensa y contundente, en ella la intriga no gira en torno a la identidad del hombre del plan, pues esta se desvela en un primer momento; sin embargo no será hasta la llegada de Joe al pueblo, cuando se descubre el pasado de aquel y el por qué del golpe, que tiene un origen personal. La estancia de Joe en la localidad pesquera le depara el encuentro con Romano (Lee Van Cleef) y Kane (Neville Brand), los otros miembros del asalto, pero también con Helen Foster (Coleen Gray), la joven estudiante de derecho que se ve indirectamente implicada en el asunto, y con el cerebro de la operación, aquél que conoce el rostro de sus tres colaboradores, mientras, estos nada saben de su apariencia.

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