miércoles, 24 de julio de 2013

Diamantes de la noche (1961)


En las postrimerías de la década de 1950 y principios de los sesenta se produjeron movimientos cinematográficos que pretendían un cambio a la hora de abordar las historias narradas en sus películas. Los más conocidos serían el Free Cinema británico y su realismo social, y la Nouvelle Vague francesa y su libertad formal para expresar la realidad; no obstante, en otras latitudes también se produjeron rupturas con el clasicismo anterior como fue el caso de la antigua Checoslovaquia y su Nueva Ola, iniciada a principios de 1960. En este movimiento cultural participaron realizadores como Milos Forman (Pedro el negro, Los amores de una rubia¡Al fuego, bomberos!), Ivan Passer (Las luces íntimas), Jiri Menzel (Trenes rigurosamente vigilados, Alondras en el alambre), Elmar Klos y Jan Kadar (La tienda de la calle mayor), Vera Chytilova (Algo más o Las margaritas), Juraj Herz (El incinerador de cadavéres) o Jan Nemec, responsable de Diamantes de la noche (Demanty noct), una de las primeras producciones que se inscriben dentro de este nuevo enfoque, y que presenta una compleja combinación de silencios e imágenes que fusionan el presente y el pasado de sus dos protagonistas. Uno de los factores que permitieron esta evolución en el cine checo vino provocado por la paulatina liberalización política que se produjo tras la muerte de Stalin, la cual propició la apertura que favoreció el florecimiento cultural que se desarrollaría a lo largo de la década, y que concluyó hacia 1968, cuando los tanques soviéticos tomaron la ciudad de Praga, poniendo punto y final a esa etapa liberal que permitió la edad dorada del cine checo. Durante aquellos años se realizaron films vanguardistas de carácter satírico y crítico, que no esconden el desencanto ideológico de sus responsables, como sucede con Diamantes de la noche (Demanty noct), en la que se descubre a dos jóvenes huyendo por un bosque, sin comida, débiles, con los pies destrozados, pero aún así no se detienen en su avance, como si la esperanza de dejar atrás el horror del que escapan les diese fuerza. Poco se sabe de ellos, salvo esa constante carrera hacia ninguna parte, iniciada después de abandonar el tren que les conducía al campo de exterminio. Durante su recorrido se descubren algunos aspectos del mundo que pretenden dejar atrás, donde la locura ha vencido a la cordura, permitiendo que sean la intolerancia y los fanatismos los que ocupen el hogar de estos dos muchachos de origen judío, que finalmente son perseguidos por un grupo de ancianos guardabosques, representantes del sistema opresor que se ha impuesto. Algunas imágenes vuelven su mirada hacia el pasado para mostrar el tren del que huyeron y la terrible realidad que éste esconde; del mismo modo se descubre un tiempo anterior en el que se les observa libres, pero amenazados por la sin razón que se impuso en Checoslovaquia y en otros países que cayeron bajo el dominio nazi; aunque, debido a la situación por la que atravesaba el país en el momento del rodaje, también se podría pensar en otra ocupación posterior, cuando estas naciones fueron controladas por los soviéticos después de la Segunda Guerra Mundial.

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