jueves, 4 de julio de 2013

La caída de la casa Usher (1960)


En una época en la que el público adulto prefería quedarse en casa viendo la televisión, Samuel Z. Arzoff y James H. Nicholson supieron sacar partido a las limitaciones de su pequeña productora, la American International Pictures, centrándose en el mercado de autocines y, en sus orígenes, enfocando sus productos hacia los adolescentes en películas repetitivas y sin apenas interés, en las que el surf, la playa, los amoríos y la música eran las notas predominantes. Sin embargo, la mejor aportación de la AIP al panorama cinematográfico estaba por llegar, y lo hizo de la mano de Roger Corman y de su famoso ciclo Poe, en el que el cineasta ofreció una nueva vuelta de tuerca al universo del famoso escritor de Boston. El film que abrió esta serie de adaptaciones de Edgar Allan Poe fue La caída de la casa Usher (House of Usher, 1960), la cual se alejaba de los tonos sombríos para apostar por un colorido inusual dentro del género de terror hasta que fue empleado por Terence Fisher en la Hammer. La la tonalidad colorista de su fotografía, más cercana a la empleada en comedias o musicales que al horror gótico, no afecta al inquietante resultado final de una puesta en escena que se desarrolla en un único espacio, que se erige como un personaje más de la trama. Ajustándose a los cánones de las producciones baratas que le dieron fama, Corman rodó durante dos semanas el guión escrito por
 Richard Matheson, que adaptaría otros tres films de la serie y que se alejaba del original literario, aunque sin perder su esencia. El resultado fue un enorme éxito comercial; y ya se sabe, una buena recaudación abre puertas o, ya respectó a Corman, le posibilitaría realizar las sucesivas entregas que componen el ciclo, en el que, como en este primer acercamiento al universo de Poe, Vincent Price asumiría el protagonismo absoluto, convirtiéndose en uno de los rostros míticos del género, igualándose a nombres como los de Boris Karloff o Bela Lugosi, actores que acabaron sus carreras artísticas protagonizando películas de serie B, aunque este último con menor fortuna que los anteriores.


La historia desarrollada por Corman se centra en
 la obsesión y demencia que Philip (Mark Damon) descubre cuando llega a la mansión Usher para reencontrarse con su prometida (Mirma Fahey), quien, al igual que la antigua construcción, semeja descomponerse. En ella ya no encuentra la vitalidad de la que habría disfrutado en Boston; la observa enfermiza y obsesionada con la idea de la muerte, fomentada por la extraña figura de su hermano Roderick Usher (Vincent Price), que le descubre una verdad que Philip se niega a creer. El joven enamorado hace caso omiso a las advertencias de Roderick, piensa en su futuro con Madeline, en su matrimonio y en sus hijos, sin embargo, en la casa Usher no hay espacio para ideas ajenas a la maldición que se cierne sobre ella y sobre sus moradores, cuyos antepasados se cuentan por criminales sanguinarios, cuestión que ha marcado la inestable personalidad de Roderick, además de convencerlo de que tanto para él como para su hermana no existe esperanza, pues la muerte les acecha como también lo hace ese caserón repleto de pinturas que le recuerdan su maléfico origen. El personaje interpretado por Price resulta inquietante, pero también lastimero, pues evidencia una total decadencia física y psicológica, nacida de su fragilidad y de la obsesión que le provoca la certeza de estar condenado, como también lo estaría su hermana, a quien entierra en vida, constante ésta presente en parte de la obra del escritor, y también en las excelentes adaptaciones realizadas por Corman.

No hay comentarios:

Publicar un comentario