viernes, 2 de agosto de 2013

Cometieron dos errores (1968)

Gracias a su intervención en el enorme éxito que supuso la trilogía del dolar realizada por Sergio Leone, Clint Eastwood se convirtió en un rostro a tener en cuenta; de hecho, su posición dentro de la industria cinematográfica se asentó definitivamente y, aunque aún no había alcanzado el estatus de estrella que ostentaría a partir de Harry el sucio (Don Siegel, 1971), pudo escoger participar en un pequeño proyecto con el que puso en marcha su productora Malpaso. Como la mayoría de los western rodados hacia finales de los sesenta y principios de los setenta, Cometieron dos errores (Hang 'Em High) recibió influencias del subgénero europeo que se imponía en una época en la que el género apuntaba hacia su ocaso. Con la paulatina desaparición de los grandes del western: John Ford, Anthony Mann, John Sturges, Howard Hawks, Raoul Walsh, Henry King, André de Toth, Henry HathawayWilliam A.Wellman o Budd Boetticher (a quienes hay que agradecer el engrandecimiento y la transformación de un género menor en el más representativo del cine hollywoodiense), se produjo un descenso en la calidad de los films del oeste, hecho que, salvando algunas propuestas, como las de LeoneSam Peckinpah o Blake Edwards en Dos hombres contra el oeste, anunciaba el deterioro que se confirmaba en la década siguiente. Sin embargo, Eastwood fue uno de los pocos que asumió el relevo de aquellos grandes cineastas, participando como actor, era el nuevo y el último icono del género, o como director de cuatro magníficos westerns, todos ellos muy superiores a éste dirigido por Ted Post. Quizá, junto a Dos mulas y una mujer (Don Siegel, 1970), Cometieron dos errores sea el más irregular de aquéllos en los que participó el futuro responsable de Infierno de cobardes (High Plains Drifter); aún así resulta una película atractiva que presenta a un individuo en busca de su venganza. <<Todos tenemos nuestros fantasmas, usted los caza a su manera y yo a la mía>>, afirma Rachel (Inger Stevens) cuando por primera vez intercambia palabras con Jed Cooper (Clint Eastwood). Dichos fantasmas persiguen a Cooper desde los primeros compases de Cometieron dos errores, cuando el capitán Wilson (Ed Begley) y varios de sus vecinos dan rienda suelta a la injusticia de los justos, aquélla que exige la sangre de un inocente a quien cuelgan de un árbol. La posterior aparición del marshall Dave Bliss (Ben Johnson) permite que Jed sobreviva a su ejecución. de la que se recupera en el interior de una carreta prisión que deambula por el territorio de Oklahoma en busca de criminales que posteriormente serán juzgados por el juez Fenton (Pat Hingle), el único de la zona. Desde el primer momento queda claro que la justicia se aplica desde la subjetividad de quienes la asumen como suya, así pues, Cooper también desea tomársela por su mano, pero finalmente decide hacerlo respetando el sistema defendido por el juez para quien empieza a trabajar. En Fenton se descubre a un individuo que asume como suyo el poder que representa, y lo hace de tal manera que no permite que nadie ponga en duda su figura, por eso advierte a Cooper de que si desea atrapar a sus agresores debe hacerlo respetando la imagen del poder judicial. El nuevo marshall accede a mantenerse dentro de la legalidad de un sistema que le desilusionó en el pasado, cuando ejerciendo de abogado decidió abandonar la jurisprudencia para convertirse en el ganadero a quien el grupo de justicieros linchan al principio del film. Esta justicia de violencia nunca abandona el entorno por donde transita el film, ya sea a la orilla del río donde atrapan a Cooper, en la plaza del pueblo donde se levanta el tribunal y el patíbulo (siempre dispuesto a recibir a los condenados), o en la sala de ese juez todopoderoso que envía a la muerte a los dos jóvenes que Jed arresta, sin permitir que éste declare a su favor durante un juicio que resulta tan injusto como aquél que le colgó de un árbol. Cometieron dos errores plantea aspectos como el abuso de poder en manos de una sola persona o de un grupo que se deja arrastrar por su deseo de venganza, generador de la violencia y del convencimiento que les convence de su capacidad para juzgar y condenar a un semejante, sin que entre ellos y aquél medie más que un árbol y una soga, hecho similar al expuesto en uno de los grandes westerns de todos los tiempos, Incidente en Ox-Bow (William A.Wellman, 1943), en el que se muestra la crueldad, los prejuicios y la injusticia que habita en los justos, cuyo primer error sería el de colgar a un inocente.

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