viernes, 6 de septiembre de 2013

Rebelión a bordo (1935)


Como curiosidad decir que Rebelión a bordo (Mutiny on the Bounty) es la única producción en la que sus tres actores principales optaron al Oscar al mejor actor por sus interpretaciones en una misma película. Sin embargo, ni Charles Laughton (ganador dos años antes gracias a su papel protagonista en La vida privada de Enrique VIII), ni Clark Gable (vencedor en la edición anterior por su interpretación en Sucedió una noche) ni Franchot Tone (nunca tuvo la fortuna de conseguir el premio) se alzaron con la estatuilla, que fue a parar a manos de Victor McLaglen por su trabajo en El delator (John Ford, 1935), la triunfadora de la octava edición de los famosos premios. Pero lo más interesante de Rebelión a bordo, que de sus ocho nominaciones solo ganó la de mejor película, se encuentra en su primera mitad, durante la cual Frank Lloyd ofreció aquéllo que se espera de una buena aventura marina. En ella se descubre al joven e inexperto guardiamarina Byam (Franchot Tone) en su primera travesía, convencido de la grandeza de pertenecer a la Marina Real, pero lo que se encuentra resulta muy distinto a lo idealizado en su mente. Desde el primer momento observa un comportamiento en el capitán que no cuadra con su idea de oficial y caballero. Ya en alta mar experimenta la crudeza de las tormentas que amenazan con hundir el navío, del mismo modo comprueba la calma, y con ella la ausencia de vientos, lo cual obliga a los marineros a remar desde los botes que tiran de la embarcación. Pero también descubre la camaradería, aunque también la injusticia y los malos tratos a los que se somete a la tripulación durante la navegación. Y ya en la segunda parte del film será testigo involuntario del motín que se produce como consecuencia de la acumulación de las sádicas acciones del capitán Bligh (Charles Laughton). Quizá Byam pasó por alto el rótulo que inicia Rebelión a bordo y que ubica los hechos en una época, el siglo dieciocho, durante la cual las normas y las costumbres de la marina se advierten terribles para los tripulantes de un navío donde empieza a descubrir que su idealismo no tiene cabida. Sobre la cubierta comprueba como la marinería trabaja a destajo, ya sean los marinos profesionales o aquéllos que han sido reclutados a la fuerza para navegar en la Bounty durante un periodo de dos años, alejados de sus hogares y convertidos en los esclavos del capitán. Bligh, que busca su satisfacción en el sometimiento y la humillación de cuantos le rodean, se pasa el día hablando de marcialidad, de disciplina o de la corona, sin embargo, sus palabras no esconden su necesidad de sentirse superior en un entorno donde se considera la máxima autoridad; de ahí que imparta su justicia con suma facilidad, y sin plantearse que su comportamiento sea aberrante. De sus labios se escucha una y otra vez la orden de dar docenas de latigazos a quienes infringen su código militar, dicha actitud choca con la inocencia de Byam, pero también con la veteranía de Christian (Clark Gable), el primer oficial, y con el resto de la tripulación, que sufre su violencia y su crueldad. Durante la travesía que les conduce hasta Tahití, donde deben abastecerse de árboles del pan para que sirvan de alimento barato a los esclavos de las colonias americanas, se producen las atrocidades que enfrentan al capitán con Fletcher Christian, experto marino y un hombre que, a pesar de su aparente indiferencia, resulta poseer una conciencia moral que le obliga a plantar cara a la injusticia que prevalece en todo momento sobre la cubierta. Pero, a pesar de la muerte de uno de los marineros o de la sucesión de castigos, nadie osa a rebelarse contra el grotesco señor de la Bounty, aunque la acumulación de malos tratos provoca la gestación de una idea silenciosa que se materializa después de que abandonen la isla de los mares del sur. Tahití posee dos funciones, la primera sirve como línea divisoria entre las dos partes de Rebelión a bordo, y la segunda como bálsamo momentáneo para la maltrecha tripulación que viaja en el infierno creado por Bligh. Pero la estancia en el paraíso solo es un tiempo prestado (cuya duración entorpece el ritmo del film), pues, una vez cargados los más de mil árboles, la nave emprende su rumbo hacia las Indias Occidentales. Durante este nuevo trayecto se recrudecen los actos del capitán, capaz de reducir la ración de agua de sus hombres para abastecer a los arbustos; del mismo modo, su empeño provoca el fallecimiento del doctor o nuevas injusticias con algunos de sus hombres, a quienes acusa de deserción. En ese instante, Christian asume su destino y decide actuar a pesar de conocer las consecuencias de su proceder, mientras que Byam comprende que su primera aventura marina no resulta como se esperaba, pues el hombre que muestra honor se convierte en fugitivo, en un paria que tendrá que buscar un nuevo hogar como consecuencia de la injusticia de un sistema que concede un poder ilimitado a hombres como Bligh, cegado por su mezquindad, por su inexistente superioridad y por su falsa idea de disciplina.

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