jueves, 31 de octubre de 2013

A quemarropa (1967)


Hasta la fecha, la novela 
The Hunter de Richard Stark (uno de los seudónimos empleados por Donald E. Westlake) ha dado origen a dos adaptaciones, la rodada por John Boorman y la realizada por el guionista Brian Helgeland en 1999, titulada Payback. En las dos producciones el nombre del protagonista del relato literario (Parker) se cambia por el de Walker, en la primera, y Porter, en la segunda, pero ambos mantienen en común el individualismo y la violencia que les permiten sobrevivir dentro de un entorno deshumanizado, donde solo el dinero tienen importancia. El pesimismo y la contundencia narrativa que imperan en A quemarropa (Point Blank, 1967) la emparentan con títulos como Código del hampa (The KillersDonald Siegel, 1964), Bonnie and Clyde (Arthur Penn, 1967) o Bullit (Peter Yates, 1968), antecedentes del policíaco que se impondría en la década de los setenta, producciones en las que domina el desencanto que impulsa a sus protagonistas a actuar de un modo expeditivo como el empleado por este delincuente que transita por un espacio corrupto donde el hampa ha evolucionado, se ha transformado su apariencia y se ha convertido en la corporación empresarial a la que Walker (Lee Marvin) se enfrenta después de sufrir la traición de su esposa (Sharon Acker) y de su amigo Mal Reese (John Vernon).


Los compases
 iniciales de A quemarropa presentan una narrativa que intercala espacio y tiempo, artificio que genera la atmósfera de pesadilla que envuelve al personaje tanto en la fiesta donde su amigo le suplica su ayuda como en la soledad de una oscura celda de la prisión de Alcatraz. En ese instante Walker mezcla sus recuerdos para comprender cómo ha llegado hasta esa situación, lo que permite descubrir el robo en el que participó antes de que Reese le disparase a quemarropa en el interior de la mítica prisión. La sucesión de escenas de la traición se desarrollan con anterioridad a los títulos de crédito que se sobreimpresionan sobre imágenes que muestran al herido recuperándose antes de sumergirse en la bahía de San Francisco, donde segundos después se observa a un Walker envejecido, que regresa en barco a ese mismo espacio del que logró escapar con vida para ajustar cuentas en el presente, durante el cual se desvela como una individualidad que no tiene cabida dentro de la jungla de asfalto donde se convierte en cazador y presa. En su mente la idea venganza se combina con su deseo de recuperar la parte del botín que le corresponde, pero sus objetivos se ven dificultados porque Reese se ha convertido en un importante miembro de la corporación dirigida por Carter (Lloyd Bochner), Brewster (Carroll O'Connor) y un tercer hombre, que resulta ser el mismo individuo que le aborda al inicio del film, y que se presenta como Yost (Keenan Wynn). Este extraño no esconde su deseo de asumir el control exclusivo de la empresa criminal; y para alcanzar dicho propósito se vale de la contundencia expeditiva de Walker, capaz de enfrentarse en solitario a esa organización jerarquizada y adaptada al mercantilismo dominante en un espacio-tiempo donde el dinero es principio y fin de todo.

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