sábado, 12 de octubre de 2013

La conquista del espacio (1955)


Vistas sus aportaciones a la ciencia-ficción cinematográfica resulta lógico referirse a George Pal y Byron Haskin como dos cineastas indispensables en el desarrollo de un género en el que coincidieron como productor, el primero, y como director, el segundo, en tres ocasiones —La guerra de los mundos (The War of the Worlds, 1952), La conquista del espacio (Conquest of Space, 1955) y El poder (The Power, 1968)—, que de haberse materializado la trilogía que se iba a iniciar con La conquista del espacio habrían sido cinco (y puede que alguna más). El tríptico tomaría como punto de partida la exploración de otros mundos, donde se buscarían materias primas y alimentos que abasteciesen a un planeta que empezaba a sufrir el exceso de población; pero, finalmente, la intención de realizar tres largometrajes se quedó en un solo título, que en su inicio se desarrolla en el interior de una estación espacial que el capitán Merritt (Eric Fleming) define como un <<donut metálico>>, y que resulta ser un congénere primitivo de la que aparecería años después en 2001, una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968).


Dicho emplazamiento internacional órbita alrededor de la Tierra a la espera del lanzamiento que debe alcanzar la Luna, destino que puede sorprender debido a la avanzada tecnología de la que hace gala la instalación donde aguardan el general Merritt (Walter Brooke) y sus hombres. En su interior se observa el orden marcial que rodea a los aspirantes a astronautas, quienes sufren las consecuencias de un año de encierro durante el cual se les ha mantenido apartados de contactos externos y sometidos a una dieta a base de pastillas, que, si bien les proporciona los nutrientes necesarios para su supervivencia en el espacio, choca con los suculentos manjares que, para su desesperación, degustan los demás trabajadores del complejo. Este tipo de alimentación, unido al excesivo esfuerzo físico y psíquico al que han sido sometidos, empieza a pasar factura, como apunta la parálisis nerviosa de uno de los candidatos, y que anuncia el derrumbe emocional que sufrirá el general cuando la nave viaje por el espacio rumbo a Marte y no a la Luna. Las órdenes han cambiado, y la conquista de nuevos mundos salta al planeta rojo en una lanzadera donde el general Merritt comparte cabina con su hijo (que por amor filial decide rechazar su deseado traslado a la Tierra) y con los sargentos Mahoney (Mickey Shaughnessy), que se niega a separarse de su superior, Siegle (Phil Foster), poco ansioso por participar en la misión, Fodor (Ross Martin), la primera víctima, e Imoto (Benson Fong), el astronauta japonés que expone durante un discurso forzado e innecesario el motivo que le ha impulsado a ofrecerse como voluntario. A parte de la estancia en la base orbital, 
La conquista del espacio destaca por mantenerse distante de las inquietudes socio-políticas que se descubren en buena parte de la ciencia-ficción de su época, además resulta interesante descubrirla como una de la primeras producciones que se desarrolla en su totalidad lejos de la Tierra; ya sea en la base espacial, en la nave donde se confirma el cansancio mental del general o en suelo marciano que Merritt padre no pisa en vida, como consecuencia de su muerte accidental a manos de su hijo, cuando éste intenta evitar que el fanatismo religioso que se ha apoderado de la mente paterna acabe con la vida de todos.

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