sábado, 15 de febrero de 2014

Amadeus (1984)



Entre las películas rodadas por Milos Forman en la antigua Checoslovaquia se encuentran comedias como Pedro el negroLos amores de una rubia o ¡Al fuego, bomberos!, en las que se descubre su intento por mostrar a personas corrientes, que en su conjunto conformaban la sociedad de su país natal, aunque desde una perspectiva poco frecuente (en ocasiones apoyándose en situaciones satíricas y surrealistas), que abogaba por innovaciones con respecto a lo establecido por el cine anterior. Y si pudo hacerlo fue gracias a que, por aquel entonces, la nación centroeuropea se encontraba inmersa en un lento proceso de apertura política que se alejaba de la impuesta años atrás por la influencia totalitaria soviética. Este hecho provocó una mayor libertad de expresión, que fue aprovechada por distintos ámbitos culturales, entre ellos el cine, para mostrar la realidad en la que vivía el país, pero desde un punto de vista rupturista y vanguardista. Aunque este alejamiento de la línea ideológica soviética no debió de ser del agrado de los miembros del politburó, pues en 1968 decidieron cortar por lo sano y enviaron tropas y tanques a pasear por toda Checoslovaquia, y por supuesto por las calles de la bella Praga. Con aquella contundente manera de negociar se puso fin al breve periodo de libertad de expresión, durante el cual jóvenes directores como Ivan Passer, Jiri MenzelJaromil Jires o el propio Milos Forman rompieron con la narrativa cinematográfica (ideológica) anterior, provocando la que se considera la época dorada del cine checoeslovaco. Poco después, Forman, que se encontraba en Francia, emigró a los Estados Unidos, donde con su segunda película norteamericana alcanzó un éxito rotundo, pero también el olvido paulatino de su obra anterior por parte del público en general, que suele recordar sus producciones hollywoodienses (a las que se tiene mayor acceso), entre las que cuentan Alguien voló sobre el nido del cuco, Ragtime, Man on the Moon o este lujoso film, que más que un acercamiento histórico a la figura de Mozart, presenta el desvarío de un anciano atormentado por su mediocridad musical respecto a la grandeza artística del compositor de Salzsburgo, en quien descubre a un músico a contracorriente, cuyo talento desea para sí.


Antonio Salieri (F. Murray Abraham) se confiesa desde el centro psiquiátrico donde se le retiene después de su intento de suicidio. Allí se le observa desde la derrota existencial mientras habla de sus años como compositor en la corte del emperador austriaco (Jeffrey Jones). Desde sus palabras se accede a la figura de su rival, pero también al enfrentamiento que el propio Salieri mantiene consigo mismo y con la divinidad a la que culpa de haber otorgado a Amadeus la genialidad que el le había rogado para sí. Por ello envidia y admira al autor de Las bodas de Fígaro, alguien diferente tanto en su personalidad como en su innovadora visión musical  Como consecuencia, el músico italiano se convierte en el eje de un relato subjetivo, alterado por su manera de entender los hechos que expone desde sus recuerdos, que descubren a Mozart como un ser infantil dominado por la figura paterna, circunstancia que posibilita la venganza del músico italiano, frustrado y derrotado por la imposibilidad de alcanzar aquello que siempre ha anhelado. Con el planteamiento expuesto por Forman se comprende que Amadeus no busca la rigurosidad histórica de sus personajes, ya que estos nacen de de la subjetividad del italiano, quien idealiza, al tiempo que odia, a ese otro compositor en quien descubre una brillantez inigualable, y la incompetencia en otros aspectos de la vida, de los que se aprovecha para acceder a sus fines, que no serían otros que destruir a aquel a quien admira.

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