lunes, 24 de febrero de 2014

Un día en Nueva York (1949)

Con permiso de Fred Astaire, Gene Kelly fue el actor-bailarín más importante del musical clásico hollywoodiense, como también fue una de las figuras más destacadas detrás de las cámaras, pues en algunos de los musicales en los que participó como actor también asumió labores de coreógrafo, y en ocasiones ejerció de director o co-director, como sucedió en sus tres colaboraciones con Stanley Donen, otro de los personajes más reputados del género, que debutó en la realización con este largometraje. A su relación profesional se deben la genial Cantando bajo la lluvia, una de las obras capitales del género, Siempre hace buen tiempo y esta otra destacada comedia musical que se abre a primera hora de la mañana en uno de los puertos de Nueva York, donde poco después, a eso de las 6 a.m., se descubre a un grupo de marineros entre quienes la cámara encuadra a Gabey (Gene Kelly), Chip (Frank Sinatra) y Ozzie (Jules Munshin) cantando New York, New York (no confundir con la canción inmortalizada en 1980 por Sinatra). Estos tres miembros de la armada que, con unos años menos, pasarían por tres muchachos celebrando su primera comunión, muestran la alegría que les proporciona las múltiples expectativas que ofrece su día de fiesta en la gran manzana, durante el que Gabey se convierte en el centro de interés de una trama que gira en torno a la búsqueda de la joven (Vera-Ellen) cuya imagen llama su atención en el metro, la misma chica con quien poco después se fotografía, y a quien considera un personaje destacado dentro de la sociedad neoyorquina. Sin embargo las posibilidades de volver a verla parecen mínimas, más si cabe en una ciudad de gran extensión y poblada por millones de individuos. Aún así el infante de marina no desespera, y convence a sus dos compañeros para que le ayuden a encontrarla, aunque estos no tardan en ser abordados por dos chicas que no dudan en unirse a ellos. Con este planteamiento se inicia un recorrido durante el cual se suceden las canciones y los números musicales, aunque ni las primeras ni los segundos poseen el nivel que alcanzarían en posteriores producciones coreografiadas por Kelly, como pueden ser El pirata (Vincente Minnelli, 1948), Un americano en París (Vincente Minnelli, 1951) o Cantando bajo la lluvia (1952).

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