lunes, 31 de marzo de 2014

El hombre mosca (1923)


Gracias a sus colaboraciones con el productor Hal Roach en cortometrajes de enorme éxito, Harold Lloyd se convirtió en uno de los fenómenos más populares de la pantalla, lo que le permitió dar un siguiente paso y probar fortuna en películas de mayor duración como sería Hacia Broadway (Hal Roach, 1919), un corto de dos rollos, o Never Weaken (Fred Newmeyer, 1921), en la que el actor vive una situación en las alturas similar a la que dos años después desarrollaría en todo su esplendor en El hombre mosca (Safety Last!, 1923), uno de sus largometrajes más emblemáticos y una de las grandes comedias rodadas en el Hollywood silente. La película se inicia instantes antes de que el chico, personaje común a otros interpretados por Lloyd, se traslade a la gran ciudad donde espera ganar el dinero suficiente para poder casarse con la joven que le despide en la estación. Sin embargo, transcurridos seis meses desde aquel día, se descubre que tanto él como su amigo Bill (Bill Strother) malviven de empleos mal remunerados que apenas les permiten pagar el alquiler del apartamento que comparten. Aún así, para mantener la ilusión de su novia, le escribe cartas en las que comenta sus grandes progresos, incluso gasta el poco dinero que tiene en comprarle un colgante y una cadena para demostrar lo holgado de su situación económica. Pero la realidad es totalmente distinta a la que ella se imagina en el pueblo, ya que su novio trabaja como dependiente en los grandes almacenes donde, ya sea en su interior o en su exterior, se desarrolla la práctica totalidad de los excelentes gags que componen El hombre mosca. Durante el primer tercio del metraje se observa el día a día del muchacho, ofreciendo situaciones tan hilarantes como su intento por no llegar tarde al trabajo o su lucha por sobrevivir a la jornada de rebajas, ante una clientela que da rienda suelta a un consumismo de alto riesgo para la integridad física de los empleados. Aunque lo mejor del film se inicia poco después de que el personaje interpretado por Mildred Davis se presente sin previo aviso en los almacenes, donde el chico se las ingenia para mantenerla engañada con respecto a su situación laboral. De ese modo, ella se convence de que él es el gerente, y como tal le pide que le deje ver su despacho, donde posteriormente Harold escucha la conversación que le trae a la mente el recuerdo de Bill trepando con suma facilidad por la fachada de un edificio para despistar al policía (Noah Young) que le persigue. Esa imagen le convence para proponer a sus jefes la estrategia publicitaria de la que hablan, y que consiste en anunciar por toda la ciudad que un hombre misterioso ascenderá por la pared de los almacenes. Pero, cuando se dirige con su amigo a realizar semejante hazaña, aquel mismo policía no cesa en su empeño por atrapar a Bill, lo que conlleva un cambio de planes y que el chico asuma la escalada de los primeros pisos del edificio, a la espera de que su compañero despiste al agente de la ley, algo que resulta imposible y provoca que el dependiente deba continuar con la arriesgada empresa. La parte final de El hombre mosca resulta una estimulante mezcla de los intentos de Bill por dar esquinazo a su perseguidor y de escenas en las que Lloyd, a pesar de que le faltaba meda mano, dio una lección de comicidad, agilidad y equilibrio, pero al tiempo supo crear la tensión necesaria para la situación por la que atraviesa su personaje, obligado por las circunstancias a realizar todo tipo de proezas que podrían acabar con él o proporcionarle mil dólares y el fin de sus problemas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario