lunes, 10 de marzo de 2014

La conquista del Oeste (1962)


A lo largo de su historia, el western fue renovándose constantemente hasta convertirse en el género más importante de Hollywood, sin embargo, con la entrada de los años sesenta se inició su declive. Aún así, en 1962 John Ford estrenó El hombre que mató a Liberty Valance y Sam Peckinpah Duelo en la alta sierra, dos obras maestras que presentaron una imagen reflexiva e intimista del viejo oeste, algo que no sucedió con La conquista del oeste (How the West Was Won), superproducción rodada el mismo año que las anteriores, y que poco aportó a un género plagado de largometrajes muy superiores. Su única novedad, si se puede tomar como tal, fue el empleo del cinerama, un sistema que había empezado a comercializarse una década atrás, consistente en el uso de tres cámaras contiguas con las que se grababan las imágenes, que posteriormente serían proyectadas de modo simultáneo sobre la gran pantalla curva que ocupaba la práctica totalidad del campo visual del espectador que acudía a las salas. Sin embargo desde un punto de vista narrativo La conquista del oeste presentó una línea argumental llena de tópicos que la convierten en un irregular homenaje a un género repleto de joyas como las citadas al inicio y otras muchas como podrían ser la mayoría de los westerns realizados por John Ford, William A.Wellman, André de Toth, Anthony Mann, Budd Boetticher, Howard Hawks, Raoul Walsh o Delmer Daves. Todos ellos y otros como Henry King, John Sturges, Samuel Fuller, Henry Hathaway o Nicholas Ray fueron los auténticos conquistadores del oeste cinematográfico al hacer posible que un tipo de cine inicialmente repetitivo y de escasa entidad desarrollase sus historias desde las más diversas y ricas perspectivas, dejando atrás caricaturas y tópicos; aunque finalmente la irrupción del western europeo puso fin al ciclo vital de un género que, salvo contadas excepciones, nunca ha vuelto a ser lo que fue en manos de aquellos realizadores. Dos de ellos, Ford y Hathaway, participaron en este proyecto que empleó el cinerama como reclamo para atraer al público a las salas, pero ni la presencia del realizador de La diligencia ni la del responsable de Los cuatro hijos de Katie Elder fueron suficientes para dotar de identidad a una película en la que también intervinieron Richard Thorpe (encargado de las escenas que unen las cinco partes en las que se divide el film) y George Marshall, quien había dado muestras de su dominio del género en Las columnas del cielo. Tres de los episodios que componen el largometraje, El río, Las llanuras y Los forajidos, fueron dirigidos por Henry Hathaway, Ford rodó La guerra civil y Marshall se hizo cargo de El ferrocarril; aunque los cinco capítulos encuentran su nexo en la familia Prescott, pioneros que a lo largo de tres generaciones presentan el desarrollo y el avance hacia el oeste. Pero lo que queda claro al visionar la película sería que esta no alcanza la unidad del conjunto, en cambio sí posee momentos concretos tan destacados como el filmado por el director de Centauros del desierto, que en una veintena de minutos se las apañó para mostrar dos puntos de vista personales: la desintegración familiar de los Rawlings-Prescott y la cruda realidad del conflicto armado que descubre el joven Rawlings (George Peppard), cuando comprende que la lucha real nada tiene que ver con la idealizada. A pesar de la poética fordiana y de otros instantes aislados, como pueden ser algunos del episodio El río, lo que ofrece La conquista del oeste es el desequilibrio argumental, los tópicos y una larga lista de asiduos al género, que se dejan ver a lo largo de sus casi tres horas de metraje, desde James StewartJohn Wayne, sin olvidarse de Henry Fonda, Gregory Peck o Richard Widmark, ni de secundarios imprescindibles como Walter Brennan, Henry Morgan o Lee Van Cleef.

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