domingo, 11 de enero de 2015

Harry Potter y el prionero de Azkaban (2004)

En 1997 Harry Potter y la piedra filosofal irrumpió en el panorama editorial convirtiéndose en un fenómeno económico que no tardó en llamar la atención de los grandes estudios hollywoodienses. De los interesados, fue Warner Bros. la productora que se hizo con los derechos de las adaptaciones cinematográficas del libro (y del resto de volúmenes que componen la saga), pero antes de que el proyecto definitivo viese luz verde se extendieron rumores, se confirmaron y desmintieron noticias y supuestas intenciones como el interés de Steven Spielberg por adaptar la fantasía creada por J.K.Rowling. Finalmente, fue Chris Columbus el responsable de llevar a la pantalla la primera y la segunda entrega de una franquicia que, salvo en Harry Potter y la orden del Fénix (David Yates, 2007), contó con Steve Kloves como guionista. De los siete títulos, y ocho películas que la componen, Harry Potter y el prisionero de Azkaban presenta mayor atractivo que el resto del conjunto, aunque esto no impide ciertos altibajos en su intento de distanciarse del tono infantil predominante en las dos entregas precedentes y de ofrecer un enfoque más sombrío y maduro (como también sucede en el original literario). Dicho enfoque no deja de formar parte de la estudiada evolución de la franquicia y de las pautas establecidas por el libro y por los intereses de los responsables económicos de las adaptaciones cinematográficas, circunstancia que puede llevar a pensar que habría sido indiferente el nombre del encargado de rodar este u otro film con Potter como protagonista. Para cualquiera de sus directores, en este caso Alfonso Cuarón, seguir las pautas preestablecidas conllevaría la limitación de su libertad creativa al tiempo que le obligaría a asumir directrices y a aceptar como suyas las expectativas de terceros, lo que explicaría que películas como Harry Potter y el cáliz de fuego (Mike Newell, 2005) o Harry Potter y la orden del Fénix (David Yates, 2007) se presenten más sintetizadas (con respecto a las novelas que adaptan) que el resto de largometrajes de la serie o que Harry Potter y las reliquias de la muerte (David Yates, 2010) fuese dividida en dos partes por motivos meramente comerciales. Por otra parte, como norma habitual en los siete títulos, también en Harry Potter y el prisionero de Azkaban aparecen nuevos personajes, entre ellos un tercer profesor de defensa contra las artes oscuras y un falso culpable, de nombre Sirius Black (Gary Oldman), fugado de la prisión de Azkaban, según fuentes del ministerio de magia, para matar a Harry (Daniel Radcliffe), a quien se descubre superado por las dudas generadas a partir de las acusaciones que señalan al evadido como el amigo que traicionó a sus padres. Este hecho provoca el conflicto emocional entre el pacífico carácter y la sed de venganza del joven protagonista, aún así, el interés del film no reside en profundizar en los comportamientos íntimos de sus personajes, pues se trata de un film destinado a un público concreto, de modo que se da prioridad al diseño de producción, a un ritmo en el que prevalece la acción, y a la supuesta "simpatía" que puedan despertar en el espectador los personajes protagonistas. Pero, con todas sus novedades, incluido un viaje temporal (que a estas alturas no es ninguna novedad ni en el cine ni el la literatura), queda claro que la saga literaria y la cinematográfica no pasaran a la historia por haber aportado novedades sustanciales o cambios a sus respectivos ámbitos artísticos; aunque, en su defensa, sería justo reconocer que ambas han sido un negocio muy lucrativo para sus responsables y un sano entretenimiento para millones de lectores y espectadores.

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