miércoles, 14 de octubre de 2015

Las Hurdes (Tierra sin pan) (1933)


Considerada pionera del cine documental español, Las Hurdes (Tierra sin pan, 1933), mediometraje de apenas media hora de duración, encontró su inspiración en el estudio antropológico realizado en 1927 por Maurice Legendre. Este trabajo, Las jurdes, étule géographie humaine, despertó el interés del realizador Yves Allégret, quien, por cuestiones de índole político, no pudo llevar a cabo el proyecto sobre la comarca extremeña, un proyecto que pasó a manos de Luis Buñuel, también interesado en el tema expuesto por LegendreGracias a la cámara cedida por el propio Allégret y al dinero prestado por Ramón Acín, Buñuel pudo dar forma a una película que, al ser prohibida por la censura, hubo de sonorizarse en Francia dos años después de su rodaje. En 1996, con ocasión del centenario del nacimiento del cine, la Filmoteca Española realizó una sonorización en castellano, con la voz de Francisco Rabal como narrador de las imágenes. La prohibición de este documental se produjo después de ser catalogado de manipulador, al presentar una supuesta imagen negativa de España. Pero ¿cuál no lo es, si todos parten del propósito de sus autores? Aunque se persiga la objetividad, existe una idea subjetiva que se convierte en guion y, a su vez, este se filma, no sin variaciones, antes de pasar por la sala de montaje, donde se da forma a aquello que el publico contempla en la pantalla. Siguiendo este simple proceso, el documental como género cinematográfico muestra una realidad parcial y, a menudo, condicionada por la intención de sus responsables, ejemplo de ello ya se observa en Nanuk, el esquimal (Robert J.Flaherty, 1922). Por lo tanto, cualquier espectador, consciente de su capacidad crítica y de la parcialidad de aquello que ve, lee o escucha, advierte que los documentos gráficos (como tantos otros) son fuentes que muestran aspectos de una realidad que posibilita análisis más profundos y diversas interpretaciones. Al parecer, una de esas interpretaciones concluyó que Las Hurdes (Tierra sin pan) daba mala imagen del país y, a buen seguro, quienes se quedaron con esa sensación habrían encontrado menos manipulador un reportaje más amable, quizá uno de carácter folclórico, aunque este no dejaría de presentar una visión tan o más sesgada como la atribuida al film de Buñuel.


Antes de acceder a la parte alta de Las Hurdes, donde se desarrolla la mayor parte del metraje, la voz en off de Abel Jacquin, en su versión original, anuncia un alto en La Alberca, población salmantina limítrofe, más rica que el inhóspito paraje al que se accede poco después de atravesar el valle de Las Batuecas. Sin vías de comunicación modernas, la tierra de los hurdanos y hurdanas, se encuentra anclada en el pasado, que la cámara recoge desde las costumbres, las viviendas, carentes de ventanas y de chimeneas, la carestía, la sequía en los meses estivales, la muerte, así como su mayor fuente de riqueza, la miel. Todas estas cuestiones, a las que se suma la educación tradicional o las enfermedades e infecciones que aquejan a hombres y mujeres, son expuestas desde un realismo que por momentos crea un efecto contrario, que nada tiene que ver con el fruto del azar al que se alude en dos momentos puntuales de la película. Pero las imágenes filmadas por Eli Lotar, las forzadas y las no forzadas, no buscan los aspectos negativos ni del entorno ni de las gentes que lo habitan, solo expresan una realidad, la interpretada por Buñuel, quien años después, en sus memorias (Mi último suspiro), recordó Las Hurdes con estas palabras: 
<<Aquellas montañas desheredadas me conquistaron en seguida. Me fascinaba el desamparo de sus habitantes, pero también su inteligencia y su apego a su remoto país, a su "tierra sin pan">>.

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