martes, 19 de enero de 2016

Clandestino y caballero (1946)


El ascenso al poder del partido nacionalsocialista precipitó la salida de Fritz Lang de Alemania y su llegada a Francia; aunque en suelo francés solo permaneció el tiempo justo para rodar Liliom (1933) y no tardó en embarcarse hacia los Estados Unidos. Allí, al otro lado del Atlántico, su carrera cinematográfica a punto estuvo de naufragar e irse a pique, al no encontrar un proyecto que filmar. Mas, por suerte para el cine y sus aficionados, poco antes de que su contrato con la MGM expirase, le ofrecieron el guión de Furia (Fury, 1936) y realizó su magistral debut en el cine hollywoodiense, haciendo una película de acción, drama y denuncia social que le permitió continuar desarrollando su inigualable talento cinematográfico lejos de Europa y, con mayor frecuencia de la deseada, sin el control que asumía en sus producciones alemanas; pues en Alemania, Lang era la estrella. En Hollywood, el cineasta vienés rodó veintidós películas, entre ellas una excelente trilogía, que puede ampliarse a tetralogía, en la que expuso su discurso contra la sinrazón que había provocado su exilio, pero también el caos y la destrucción en medio mundo. En 1946 cerró su cuadratura antinazi con esta intriga de espionaje que fracasó en la taquilla y que fue alterada por
 la intervención de los responsables de la productora, que eliminaron del montaje final algunas escenas que el realizador consideraba imprescindibles para dar sentido a su mensaje, uno que no miraba al pasado, el nacionalsocialismo había sido derrotado, sino al presente y al futuro.


Como consecuencia de ser una producción rodada tras la conclusión del conflicto bélico y, por lo tanto, de la derrota de los totalitarismos, del lanzamiento de bombas atómicas y del nacimiento de un nuevo orden mundial, más que exponer los peligros del régimen vencido, Clandestino y caballero (Cloak and Dagger) pretendía reflexionar sobre el riesgo de la investigación y del desarrollo de la energía del átomo con fines militares, de modo que no fue aleatorio que
 su protagonista, Alvah Jesper (Gary Cooper), se presente al espectador posicionándose en contra del uso del átomo como fuente de destrucción. No obstante, y a pesar de sus reticencias iniciales, este científico acepta su nueva condición de espía porque la interpreta como su única opción para evitar el desarrollo y la fabricación de armas de destrucción masiva; aunque esto resulta contradictorio, si se tiene en cuenta que ha colaborado en el "Proyecto Manhattan". Evidentemente, no se trata de un hombre de acción, pero su necesidad de hacer tangible su pensamiento implica que abandone el ámbito teórico de su laboratorio universitario y se adentre en un entorno donde miles de personas se ven afectadas por un conflicto que él descubre desde la clandestinidad de su nuevo cometido. Pero, como consecuencia de los cortes, Clandestino y Caballero resulta menos explícita en este aspecto de lo deseado por Lang, aun así, no desentona con el discurso que expone en las precedentes El hombre atrapado (Man Hunt, 1941), El ministerio del miedo (Ministry of Fear, 1944) y Los verdugos también mueren (Hangmen also Die, 1943); de modo que permanece la intención de mostrar cómo la intolerancia y la ausencia de libertades trastocan la cotidianidad de sus protagonistas, a quienes se descubre asumiendo posturas comprometidas como la que aleja a Jesper de la seguridad del medio que abandona para introducirse de lleno en una trama de espionaje que por momentos lo supera, ya que ni él es un espía ni Gina (Lilli Palmer), la mujer con quien comparte sus aventuras, es una guerrillera, solo son individuos corrientes que se han visto forzados a actuar como consecuencia de una situación de la que no pueden escapar y que les exige su intervención.

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