martes, 18 de octubre de 2016

Trágica información (1952)


Su trabajo de periodista proporcionó a
Samuel Fuller un buen número de experiencias y un conocimiento de primera mano del ámbito profesional que años después expuso tanto en su libro The Dark Page, como en su película Park Row (1952). Su cuarta novela, también una de sus preferidas, despertó el interés de Howard Hawks, que adquirió los derechos para una adaptación cinematográfica que no se llevó a cabo, entre otras cuestiones, porque John Farrow desarrolló una intriga similar en El reloj asesino (The Big Clock, 1948). Años después, Phil Karlson, un realizador de menor renombre, pero de gran valía y con destacadas producciones en su haber, filmó una versión de la novela que no contentó a Fuller, más radical e independiente en su discurso fílmico, aunque su enfado tendría que ver con los cambios introducidos en la adaptación y no con los resultados cinematográficos. Trágica información (Scandal Sheet, 1952) es una más que correcta muestra de cine negro, intensa, tensa y bien narrada, aunque en ella la crítica del libro hacia la prensa amarilla se diluye en beneficio de la intriga criminal.


La película arranca con el plano general de la rotativa de un periódico, el ficticio New York Express, que será relevada por la primera página de un diario donde se inserta el título original. Estas dos imágenes y las sucesivas, en las que se muestra el resto de los créditos, advierten al espectador que la acción estará protagonizada por periodistas, cuestión que se confirma poco después, cuando la cámara ofrece un plano medio de un joven que pregunta y de una mujer histérica que responde. Ella cree (y el espectador lo duda) que habla con un policía, por ese motivo le informa sobre el asesinato que se acaba de cometer en su vivienda. Momentos después, un fotógrafo sale del interior de la casa y toma una instantánea de la testigo y, entre comentarios jocosos, se marcha en compañía del joven a quien el teniente de policía, que se acaba de personificar en la escena del crimen, recrimina por presentarse en los escenarios sin tener en cuenta que entorpece la labor policial. Se trata de Steve MacClury (John Derek), el protegido de Mark Chapman (Broderick Crawford), a quien también se presenta de manera ejemplar en una secuencia que lo enfrenta al consejo de accionistas del jornal que lo contrató para aumentar las ventas. En ese instante se muestra despectivo y justifica su visión periodística con los gráficos en los que se observa el espectacular incremento de lectores desde que asumió las riendas del diario, así que, sin temer por su empleo, les dice que son sus titulares llamativos y las noticias que él mismo crea las que llenan sus bolsillos.


Las presentaciones resultan tan contundentes como rápidas, de manera que ya se comprende que se trata de una película que no esconde su postura crítica hacia un periodismo abusivo y carente de ética, como demuestra que sus dos personajes masculinos principales no muestren el menor escrúpulo a la hora de realizar su cometido, pero esta perspectiva, la que habría contentado a Fuller, pierde fuerza en beneficio de la investigación que no tarda en cobrar el protagonismo absoluto de la historia. Tanto Steve como Mark priorizan las exclusivas sin plantearse límites éticos, tampoco muestran la menor emoción ante los sucesos que observan, y comparten una visión periodística que tiene como única finalidad aumentar la tirada. Pero por un capricho del destino sus carreras van a depender de una de esas primicias que siempre persiguen, una que se produce como consecuencia del baile de <<corazones rotos>> organizado por Mark para llamar la atención de los lectores. En esa reunión de solitarias y solitarios se encuentra con su mujer (Rosemary DeCamp), a quien abandonó años atrás, y la acompaña a su apartamento, donde, ante las amenazas de desvelar su pasado, la golpea hasta matarla. Nadie los ha visto hablar, nadie ha sido testigo de su arrebato de violencia, nadie puede relacionarlo con ella, de modo que, con evidente frialdad, borra sus huellas y prepara el escenario para que parezca un accidente. Así lo dictamina el teniente Davis (James Millican), sin embargo Steve, que, como alumno aplicado, siempre anda detrás de la noticia, encuentra una pista en la habitación de la víctima, aunque, en lugar de informar, adultera la investigación guardándola para sí. De nuevo su ambición de ver su nombre firmando una primera página y de nuevo la posibilidad de sorprender a su mentor, aunque no de la manera que piensa. La situación que se desarrolla a partir de ese instante muestra tres perspectivas, la de aquel que pretende mantener la calma y borrar posibles huellas cuando escucha la exclusiva, la del joven periodista, entrenado para crearlas o encontrarlas, y la de Julie Allison (Donna Reed), cuyo idealismo no encuentra cabida dentro del periódico. Ella es la única que muestra conciencia más allá de las letras, rechaza los métodos de su jefe y se preocupa por las personas como Charlie Barnes (Henry O'Neill), antiguo periodista y actual alcohólico, mientras que Steve se muestra engreído en su creencia de ser un gran reportero, pero también se muestra absorbido por la personalidad de aquel a quien siempre mantiene informado de sus avances, circunstancia que provoca que su admirado jefe vaya un paso por delante, lo cual le posibilita acabar con Charlie, quien, queriendo recuperar su esplendoroso pasado periodístico, descubre la verdad y esta le lleva a su encuentro nocturno con su asesino.



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