sábado, 14 de enero de 2017

La banda de los Grissom (1971)


Siguiendo la estela de Arthur Penn en Bonnie & Clyde (1967), Robert Aldrich ubicó la historia de La banda de los Grissom (The Grissom Gang, 1971) durante la Gran Depresión, pero, al contrario que Penn, Aldrich prescindió de cualquier atisbo de romanticismo a la hora de desarrollar sus personajes y los hechos que van dando forma a <<una buena película>> que él mismo definió como <<una historia personal, aunque bastante violenta>>, lo cual implicaba la posibilidad, casi certeza, de convertirse en un fracaso comercial. El realizador era consciente de ello, como demuestran sus palabras: <<es posible que no ganemos dinero con "La banda de los Grissom". No es una película de tipo comercial>>, palabras también extraídas de su respuesta a la pregunta realizada por Alain Silver en diciembre de 1970 —publicada en España en La mirada oblicua: el cine de Robert Aldrich, monográfico que en 1996 la Filmoteca Valenciana dedicó al cineasta estadounidense. Dicha posibilidad se confirmó poco después, en el estreno de un film ajeno a retóricas de cualquier tipo, una película que no despertó simpatías entre el público. Tampoco lo hicieron sus personajes, ni los actos que estos realizan dentro del salvaje y sucio espacio donde los Grissom, el clan matriarcal que retiene a Barbara Blandish (Kim Darby), esperan recibir un millón de dólares por su rescate.


Este grupo de delincuentes, surgidos por y durante la depresión económica, no posee la exclusividad de la amoralidad que los define; ni siquiera de la violencia que emplean como parte de su cotidianidad, ya que ambas características forman parte de su entorno, de ahí que los representantes de la ley las empleen cuando lo creen oportuno o el padre (Wesley Addy) de Barbara haga lo propio cuando, sin miramientos de ningún tipo, repudia a su hija durante su reencuentro, al comprender que ella
 ha sobrevivido a su cautiverio gracias a las relaciones mantenidas con aquel a quien primero rechaza e insulta, pero con quien acaba compartiendo el único instante positivo de una película brutal, honesta e incómoda en su planteamiento. En contraposición a este momento, durante el cual Barbara descubre en su captor un sentimiento sincero que nadie más ha sentido por ella, se encuentra la imagen en la que tiende la mano a su padre, una mano que pide ayuda y que su progenitor nunca llegará a estrechar, incapaz de comprender la situación vivida por un ser desorientado que le susurra: <<papá, por favor, no te enfades. Es que yo no quería morir>>. Su declaración final resume su experiencia, la de una joven que pasa del lujo que la rodea al inicio del film a no ser dueña de su existencia, puesta esta ya solo depende de los caprichos y de las decisiones de sus captores, de quienes se esconde en el alcohol y en la resignación que implica la aceptación-sumisión de <<ser muy cariñosa>> con Slim Grissom (Scott Wilson), porque él es su única opción para seguir con vida.


A pesar de ser otra magistral lección de la contundencia narrativa de Aldrich, tal y como había previsto este, La banda de los Grissom resultó un fracaso comercial, pero esto no empaña la excelente reflexión sobre la violencia, ya sea física o psíquica, como parte de la naturaleza de hombres y mujeres que la emplean sin excusas ni miramientos, lo cual impide las simpatías que películas menos honestas sí despiertan en el espectador. En este punto residió la incomprensión suscitada por un largometraje en el
 que el responsable de El emperador del norte (The Emperor of the North, 1973) expuso sin falsedades ni juicios las acciones-reacciones de sus personajes, sin importar ni su condición ni situación, solo su interacción dentro de un medio que potencia el salvajismo inherente a su naturaleza humana enfrentada a un espacio físico y social donde sobreviven los más fuertes y los menos escrupulosos. Un ejemplo sería "Ma" Grissom (Irene Dailey), que mantiene unida a su mugrienta y sanguinaria prole (aunque solo Slim es hijo suyo) desde la ausencia de sentimentalismos que alcanza su máxima expresión cuando acribilla por la espalda a Doc (Don Keefer), con quien ha compartido su vida, después de que este le confiese su miedo y su intención de entregarse a las fuerzas del orden que rodean la casa donde se ocultan. La presentación de "Ma" se produce cuando los suyos aparecen en su hogar con la joven millonaria a quien acaban de arrebatar a la banda que minutos antes eliminan en una secuencia en la que actúan sin plantearse cuestiones morales, inexistentes en su comprensión. La falta de escrúpulos se muestra a lo largo del metraje en distintos personajes, por no decir en todos ellos: Slim no duda en matar a Eddie (Tonny Musante), uno de sus compañeros de banda, cuando piensa que le ha arrebatado a Barbara, a su vez, aquel tampoco mostró la menor vacilación cuando asesinó a su amante (Connie Stevens), ni la policía se lo piensa dos veces a la hora de descargar sus armas sobre Slim, que, carente de ética y de un pensamiento racional acorde a su edad, siente la atracción irresistible que se convierte en el amor que le lleva a proteger a Barbara y a pensar en ella como su mujer, de ahí que amenace a su "Ma" y al resto de miembros del núcleo Grissom cuando descubre que han decidido matarla en cuanto reciban el dinero del rescate.

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