lunes, 9 de octubre de 2017

Antonio Casal. Entre cómico y sentimental

Escribir sobre Antonio Casal es hacerlo sobre la comedia española de la década de 1940. Su rostro y su cuerpo dieron vida a personajes inolvidables como el suicida de El hombre que se quiso matar, el supersticioso de La torre de los siete jorobados, o su ceniciento de Huella de luz, a quien calificó de <<modesto oficinista. Pero no me quejo, a pesar de que solo tengo un traje que llevo desde hace diez años. Y no me quejo porque mi papel, entre cómico y sentimental, está lleno de humanidad>>. La humanidad a la que hizo alusión en la revista cinematográfica Primer Plano (nº 117, enero de 1943) definía a sus personajes al tiempo que traspasaba la gran pantalla para conectar con el público de la época, que reconocían en el actor gallego, nacido en Santiago de Compostela en 1910 e instalado en A Coruña desde los seis a los dieciocho años, al hombre corriente de cualquier pueblo o ciudad española. Aunque algunos dudasen de su <<majestad>> para los dramas literarios, religiosos e históricos que se impondrían en el cine español hacia finales de la década de 1940, Casal sí tenía un don para encarnar al "Juan Nadie" enamoradizo, melancólico y soñador, un personaje que, <<entre cómico y sentimental>>, reaparece a lo largo de su carrera cinematográfica, la cual sufriría un declive similar al experimentado por aquel tipo de comedia que, desde su aparente amabilidad, mostraba dentro de sus posibilidades situaciones y sensaciones de una España que vivía su amarga y larga posguerra. Pero emulando a Fernando Fernán Gómez, que empleó palabras de Ulises o Agar para dar forma a los capítulos de su Historia de la picaresca, dejaré que sean las suyas las que hablen de su compañero de reparto en la exitosa Botón de ancla. En sus memorias, El tiempo amarillo, el autor de El viaje a ninguna parte escribió que Casal <<había tenido en el cine una carrera fulgurante, rapidísima, pero a la misma velocidad que apareció y se colocó y triunfó y llegó al máximo de la popularidad, a esa misma velocidad decidieron prescindir de él. Había tenido grandes éxitos con Polizón a bordo, El hombre que se quiso matar, Huella de luz, El fantasma y doña Juanita... Se decía de él que representaba mejor que nadie el personaje de español medio. Pero el director que más había trabajado con él, Rafael Gil, dio un giro a su labor y se dedicó a las grandes novelas románticas y a los montajes históricos espectaculares, y a Casal empezó a faltarle trabajo o, por lo menos, un trabajo adecuado a la categoría que había conseguido>>. Dicha circunstancia llevó al actor de la gloria a la frustración de no comprender el por qué de su nueva situación, quizá, por ello <<le preguntó a Rafael Gil por qué no le llamaba para esas películas que hacía entonces>> y <<el director le llevó al plató donde estaba montando el gran decorado de un palacio y le dijo: Pasea por ahí. Antonio Casal, con su aspecto -buen aspecto- de español medio paseó por el salón del palacio y Rafael Gil le dijo: ¿Lo ves, Antonio? No tienes majestad. Antonio Casal, que aunque no hubiera nacido para rey había conseguido ser un gran actor, se dedicó al folclore y luego a la revista musical y siguió teniendo los mismos éxitos que en el cine>>. Las palabras de Fernán Gómez explican parte de la situación del actor y de la transformación del cine español de aquel entonces, también uno de los máximos temores de su profesión, no encontrar trabajo en los nuevos tiempos y modas, pero además dejan en el aire la pregunta de qué habría sido de Casal si hubiera tenido su oportunidad en el drama. Ya no es tiempo para una respuesta ni para oportunidades dramáticas que no tuvo, pues los papeles cinematográficos que interpretó durante las décadas siguientes continuaron siendo cómicos y, en su mayoría, secundarios. Pero tampoco sería justo responsabilizar al director madrileño de la falta de oportunidades dramáticas del protagonista de Viaje sin destino, como tampoco fue él único cineasta que contribuyó a su éxito, pues otros realizadores, caso de los notables Ladislao Vajda o Edgar Neville, contaron con este actor que, <<entre cómico y sentimental>>, se convirtió en historia del cine español por la cercanía y la naturalidad de sus personajes.






Filmografía

¡Polizón a bordo! (Florián Rey, 1941)
Pepe Conde (José Luis López Rubio, 1941)
Para ti es el mundo (José Buchs, 1941)
El hombre que se quiso matar (Rafael Gil, 1942)
Viaje sin destino (Rafael Gil, 1942)
Huella de luz (Rafael Gil, 1943)
Doce lunas de miel (Ladislao Vajda, 1943)
Te quiero para mí (Ladislao Vajda, 1944)
La torre de los siete jorobados (Edgar Neville, 1944)
El fantasma y doña Juanita (Rafael Gil, 1944)
Un hombre de negocios (Luis Lucia, 1945)
Cinco lobitos (Ladislao Vajda, 1945)
Botón de ancla (Ramón Torrado, 1947)
La fiesta sigue (Enrique Gómez, 1948)
La guitarra de Gardel (León Klimowsky, 1949)
Servicio en la mar (Luis Suárez de Lezo, 1950)
El sueño de Andalucía (Robert Vernay, Luis Lucia, 1951)
El negro que tenía el alma blanca (Hugo del Carril, 1951)
La trinca del aire (Ramón Torrado, 1951)
Doña Francisquita (Ladislao Vajda, 1952)
Fantasía española (Javier Setó, 1953)
La ironía del dinero (Edgar Neville, 1955)
Familia provisional (Francisco Rovira-Beleta, 1955)
Manolo, guardia urbano (Rafael J. Salvia, 1956)
Camarote de lujo (Rafael Gil, 1957)
Secretaria para todo (Ignacio F. Iquino, 1958)
Las chicas de la cruz roja (Rafael J. Salvia, 1958)
Las locuras de Bárbara (Tulio Demicheli, 1958)
Don José, Pepe y Pepito (Clemente Pamplona, 1959)
El día de los enamorados (Fernando Palacios, 1959)
Mi calle (Edgar Neville, 1960)
El vagabundo y la estrella (Mateo Cano, José Luis Merino, 1960)
Mi adorable esclava (José María Elorrieta, 1962)
Han robado una estrella (Javier Setó, 1962)
Siempre en mi recuerdo (Manuel Caño, Silvio F. Balbuena, 1962)
El diablo en vacaciones (José María Elorrieta, 1963)
Cuatro bodas y pico (Feliciano Catalán, 1964)
La nueva cenicienta (George Sherman, 1964)
Un día es un día (Francisco Prosper, 1968)
Amor a todo gas (Ramón Torrado, 1969)
La revoltosa (Juan de Orduña, 1969)
Vacío en el alma (Sebastián Almeida, 1969)
El cronicón (Antonio Giménez-Rico, 1969)
La tonta del bote (Juan de Orduña, 1970)
Me has hecho perder el juicio (Juan de Orduña, 1973)

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