miércoles, 4 de octubre de 2017

Último domicilio conocido (1969)


Delincuente juvenil durante la Segunda Guerra Mundial, sentenciado a morir en el patíbulo, conmutada la pena capital por diez años de presidio (1946-1948), varios intentos de fuga, figura clave del polar francés de las décadas de 1960 y 1970, el escritor, guionista y director franco-suizo de origen corso,
José Giovanni presenta un universo literario y cinematográfico rico en personajes atrapados en su desencanto y en la derrota existencial generadas por las circunstancias vividas (algunas basadas en experiencias propias) y que ellos han asumido como parte de su destino, de su soledad, también de su individualismo y de su visión pesimista de tiempos presentes durante los cuales se descubren la autenticidad y la humanidad de los reos de La evasión (Le trou; Jacques Becquer, 1959), del delincuente de A todo riesgo (Classe tous risques; Claude Sautet, 1960) o (ya como director y guionista) de la pareja de policías de Último domicilio conocido (Dernier domicile connu, 1969) en su búsqueda de Roger Martin (Philippe March), de quien las autoridades pretenden que testifique en el juicio de un criminal que, en caso de no presentar pruebas, en ocho días será puesto en libertad. La búsqueda sin apenas pistas de este testigo fantasma de quien solo se conoce su último domicilio posibilita el recorrido de dos investigadores antagónicos, no solo por su sexo (un hombre maduro y una mujer joven), sino también por el desencanto, descreimiento y dureza de Marceu Leonetti (Lino Ventura), la imagen de que <<la vida es un bien desaprovechado, cuando no se ha vivido como uno hubiera querido>> —frase del poeta rumano Mihai Eminescu con la que Giovanni se identifica y que incluye para cerrar su tercer largometraje—, y la inocencia (ilusión) y fragilidad que se observan en Jeanne Dumas (Marlène Jobert) en sus inicios profesionales.


Durante los títulos de crédito de esta adaptación de 
The Last Known Address (1965), del estadounidense Joseph Harrington, se suceden escenas que muestra a un policía veterano, expeditivo y resolutivo, que no tarda en ser apartado de la brigada por la detención del hijo de un prestigioso e influyente abogado que emplea su poder para tergiversar los hechos a su antojo. Esta situación desvela parte de un sistema legal que actúa y vela por sus intereses, de ahí que, para evitar el escándalo, Leonetti sea enviado a un pequeño pueblo donde sus días se consumen en la monotonía de no hacer nada o en la recuperación de dos palomas extraviadas. Este instante de destierro humaniza al personaje frente al sistema que ya ha sido deshumanizado por el realizador y continuará siéndolo, pues solo cuando necesitan la experiencia y los resultados del exiliado, vuelven a contar con él. El regreso del inspector a la acción implica su contacto con Jeanne, a quien envían para que le ayude a capturar a acosadores en salas de cine, un trabajo que implica el primer golpe a la ilusión que la joven policía asume desde su idealismo inmaculado hasta entonces, un idealismo que continúa predominando durante la complicada búsqueda al lado de ese compañero solitario y silencioso, que cumple su trabajo sin dejar traslucir sus emociones personales ni aquellas que nacen de las decisiones y manipulaciones que van surgiendo a lo largo del recorrido expuesto por un cineasta que buscó y encontró la autenticidad tanto en sus personajes como en los espacios por donde estos deambulan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario